Con el Domingo de Resurrección comienzan los 50 días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés. Es por esto, que se conoce como Octava de Pascua a la primera semana de la Cincuentena; es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.

A través de la Octava de Pascua se evoca de modo más intenso, sobre todo a través de las lecturas evangélicas, la presencia gozosa de Jesús Resucitado entre los suyos, se experimentan los Sacramentos de iniciación cristiana y se ora por la nueva familia de la Iglesia.

De acuerdo con Monseñor José Emilio Cummings Espada, párroco de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Miramar, la Octava de Pascua son ocho días dedicados a la alegría del Resucitado en la comunidad de la Iglesia que comienzan el lunes de Resurrección. “Ocho días dedicados a mirar solo a Cristo Resucitado. No se permite ninguna otra fiesta, porque la comunidad está celebrando la razón de ser de ella, la Iglesia, que es Cristo”, indicó.

Detalló que comienza el lunes, para no “desconectar la alegría de la celebración del Domingo de Resurrección” porque ha de celebrarse el Sacramento de iniciación cristiana del Bautismo, por el cual los seres humanos “entran a la nueva vida, los que por la gracia de Cristo entran a ser miembros de la Iglesia y se hacen cristianos”.

Durante este tiempo en la Iglesia se usan los ornamentos blancos, las flores en el altar, el cirio pascual; se hace el canto del Aleluya, la lectura de los Evangelios tiene una secuencia centrada en los relatos de las apariciones de Jesús con base en la experiencia que los apóstoles tuvieron con el Maestro por la que luego salen a predicar. “Se considera que este es el inicio de la predicación de la Iglesia”, dijo Mons. Cummings.

“Los Evangelios, todos van dirigidos a presentar al Cristo Resucitado. Ante la tristeza, ante la desesperanza, ante la turbulencia del alma es una experiencia de paz y alegría. Toda una alegría para que, como dice el Papa, seamos puente de la misericordia de nuestro Resucitado, el redentor ante el mundo”, expresó.

De igual modo, Monseñor compartió que la alegría de la Pascua compromete ante un mundo con negativismo y valores olvidados. De modo que permite reconocer que Dios ama y quiere algo bueno para la vida de cada uno de Sus hijos, porque Su deseo es que cada uno progrese en la vida.

“El sentido de Cristo Resucitado es que las personas tenemos que manifestar desde esta alegría la misericordia de Dios. Empezando por el perdón que produce alegría y produce paz. Esto abarca la parte de relaciones humanas, la parte del trabajo, abarca la vida entera. El laico se vuelve un apóstol de la misericordia”, precisó.

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