P. Edgardo Acosta Ocasio
Vicario de Comunicaciones
El obispo de la Diócesis de Mayagüez, S.E.R. Monseñor Álvaro Corrada del Río subió a la montaña a celebrar junto al padre David Pérez, párroco, la Misa Jíbara, como parte del programa de la 38va Fiesta del Acabe del Café en Maricao.
El pasado domingo, 14 de febrero Maricao celebró el tercer día de una de las fiestas campesinas más vistosas y reconocidas a nivel local e internacional, la Fiesta del Acabe del Café en su edición anual número 38. Como parte del programa del evento se celebró la “Misa Jíbara” en la Parroquia San Juan Bautista a las 9:30 a. m. Ya para las 8:00 a. m. comenzaba a llegar la gente a la iglesia para, como expresaban, “coger un buen sitio porque se llena”. Entre preparativos finales y el rezo del Santo Rosario, la iglesia quedó completamente abarrotada en espera de la celebración de la Santa Eucaristía. Resaltaba la indumentaria jíbara que varios de los parroquianos locales y algunos visitantes vestían. La decoración del templo, impecable. Dentro de la austeridad que conlleva el tiempo santo de Cuaresma, plantas verdes sustituyeron las habituales flores de campo, arbolitos de café por los pasillos y una inmensa bandera de Puerto Rico alrededor del crucifijo principal del altar destacando que nuestras más profundas raíces de puertorriqueñidad siempre nos llevan a los pies del Divino Maestro.
Con las notas musicales del coro de la parroquia interpretando nuestra música de tierra adentro comenzó la Misa con la entrada de nuestro obispo S.E.R. Monseñor Álvaro Corrada del Río S. J. quien anualmente se da cita en Maricao para esta celebración. El padre David Pérez, párroco del pueblo, concelebró la Santa Misa ante cientos de fieles de lugares tan distantes como Cidra, Aguas Buenas y Boston, Massachusetts.
Luego de las lecturas de la Misa correspondientes al Primer Domingo de Cuaresma, Monseñor Corrada llevó a cabo una homilía exquisita con el tema central del inicio de la Cuaresma, pero con el marco del tema de la agricultura, en especial del café. En ella destacó la importancia de la actividad agrícola para el desarrollo de nuestra economía y estableció el paralelismo del sacrificio que esta labor exige al igual que el tiempo cuaresmal. Exhortó a la feligresía a “tener el ojo en el grano de café y en el abayarde”, refiriéndose a tener claros los objetivos de la Cuaresma pero estando pendiente de todos aquellos obstáculos y situaciones que son enemigos de la salvación y que se presentan como tentaciones para evitar alcanzar la gracia.
Después de El Credo y la Oración de los Fieles dio inicio la presentación de las ofrendas. Esta estuvo compuesta de estampas de diferentes “personajes” de antaño quienes presentaron las primicias de su trabajo. Precedidos por las banderas de Maricao y de Puerto Rico vimos pasar, a través del atrio central hasta el altar, recogedores de café, una lavandera, una tejedora, una tostadora y una moledora de café, el panadero, el quincallero, la bordadora, los labradores de la tierra, una comadrona y muchas otras representaciones de la época dorada de nuestra agricultura de la montaña. Al final, el pan y el vino para ser consagrados. La narración y descripción de cada uno estuvieron enmarcadas en décimas interpretadas por el coro parroquial.
Al terminar la liturgia eucarística y luego de la larga fila de fieles para recibir la comunión, tanto el obispo como el párroco se dirigieron a los presentes para dar las gracias por haber asistido a la Misa y se llamó a todos los recogedores de café actuales a pararse frente al altar para recibir la bendición de sus manos trabajadoras y por último la bendición final y despedida de la Misa.
Fue una mañana grandiosa, con un templo repleto y un mensaje muy alentador. Es esta clase de celebración la que nos lleva a añorar aquellos tiempos en los que la tierra era la bendición más grande que el Padre Celestial nos había dado, pero a su vez siembra la semilla de la esperanza que podemos volver a ser grandes en el dulce Nombre de Jesús.