Centroamérica y El Caribe, los mártires salvadoreños, las maras y la tragedia de la migración fueron algunos de los temas de los que habló Monseñor José Elías Rauda Gutiérrez, Obispo de la Diócesis de San Vicente, El Salvador, en entrevista con El Visitante. Su visita, la primera a la Isla, tenia el proposito de reunirse con tres sacerdotes salvadoreños de su diócesis que laboran en la Isla, en las diócesis de Ponce y Fajardo-Humacao. Además, cuenta con 21 religiosas de las Hermanas de Nazareth, congregación fundada en su diócesis. El prelado salvadoreño, además de quedar impresionado por la belleza natural de la Isla, quedó impactado con la amabilidad y el calor boricua. A continuación, la entrevista.

El Visitante: En estos pasados años Centroamérica ha estrechado lazos con El Caribe en diversas áreas. Un ejemplo muy contundente fue la propuesta del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales de acercar El Caribe a la Red de Comunicaciones de América Central. ¿Cuál es su sentir?

Monseñor Rauda: “Es un verdadero Pentecostés, la respuesta que nos impulsa a dar desde la comunión. Se trata de la nueva evangelización utilizando todos estos medios de comunicación social que están en nuestras manos y creo que es también un testimonio de comunión y fraternidad. Yo veo un acercamiento muy lindo, porque también a través del CELAM sabemos que hay participación del Caribe en los diferentes departamentos, hay obispos que están participando. Es hermoso encontrarnos a nivel de episcopado con varios obispos del Caribe, con Obispo Rubén González, los obispos de República Dominicana, en encuentros muy fructíferos. Yo lo veo como un signo de los tiempos, el que nos unamos cada vez más en esta tarea, misión que el Señor nos ha confiado. Cada país tiene su riqueza, sus desafíos, hay constantes, cosas comunes, veo el entusiasmo con que los Obispos llevan esta tarea, la nueva evangelización”.

EV: Usted es obispo en El Salvador y para hablar de su tierra hay que hablar de mártires. Sobre ellos, ¿qué tiene que decir? ¿Cuéntenos su anécdota más apreciada con Mons. Romero? ¿Cuál es el mayor legado de estos mártires en El Salvador?

MR: “Dios sabe cómo llama a cada uno. Yo sentí el deseo de ser sacerdote desde temprana edad. Estudiaba en el lugar donde mataron al primer sacerdote salvadoreño, el mejor amigo de Monseñor Romero, Padre Rutilio Grande. Yo veía al Padre Rutilio casi todos los días, pues antes de ir a la escuela, al instituto donde estaba en el primer año de bachillerato, pasaba a saludar al Santísimo y era él que estaba celebrando la misa a esa hora. Cuando lo mataron evidentemente fuimos a la vela (velorio) y al contemplar en aquel ataúd al Padre que veía todos los días, muerto, asesinado, entonces me impactó ver el rostro de aquel mártir. Sentí que me decía: ‘A mí me mataron, vos me vas a sustituir’. Y volvía a sentir lo mismo”.

“A raíz de eso escribí a Monseñor Romero una carta de condolencia y le decía que lo sentía mucho por el asesinato de este inocente, pero le dije que: ‘Quiero ser sacerdote. Ayúdeme por favor que yo quiero entrar el próximo año’ (1978). Me respondió: ‘Querido José Elías, agradezco tu carta de condolencia, donde tú me decías, me manifestabas el deseo de ser sacerdote. La vocación es un don de Dios para servirle en su Iglesia y hoy más que nunca la Iglesia salvadoreña necesita jóvenes como tú, si vienes aquí a la capital, al seminario San José de la Montaña, ahí se te dará la información completa’. Hoy como obispo cuando alguien me dice que quiere entrar al seminario yo me alegro y pienso que pierdo un sacerdote y a la vez está el repuesto y alguien que le diga en una carta: ‘Yo quiero ser sacerdote’, a mí me llena de emoción y fue así que él era nuestro arzobispo. Mi último recuerdo con él fue en el seminario para la fiesta de Nuestra Señora de Fátima, lo saludé y recuerdo verlo en medio de la gente, ya el tenía amenazas de muerte”.

“También vienen a mi memoria otros recuerdos dolorosos que ya cuando era fraile estaba formándome ahí en el primer año de filosofía, recuerdo que mataron a un padre franciscano en Guatemala, y el hecho de cargarlo al cementerio en mi hombro como que inyectaba una fuerza y una motivación. Un periodista me preguntó: ‘¿No te da miedo que están matando a los sacerdotes?’. Yo le digo: ‘Esto me da más ánimo’. Quiero decir que el recuerdo está de cargar en mi hombro a mi profesor de moral como sacerdote, eso inyectaba un ánimo a los que estábamos comenzando”.

“Y poco tiempo más tarde, la masacre de los jesuitas. Estuve 10 horas antes con ellos, si me hubiese quedado allí, me hubieran matado. Salí tarde de estar con ellos, pero había toque de queda. Era sacerdote y fueron momentos duros. Eran lo mejor de la Iglesia en El Salvador, eran doctores, filósofos, sociólogos, psicólogos y también en ciencias políticas. Jugaban y se echaban en la bolsa a los políticos. Juan Moreno mi profesor, Armando López mi director de tesis, tuve la dicha de hablar con cuatro de ellos ese día y mi recuerdo fue que la mañana siguiente estaban tendidos y la pared de fondo manchada de sangre. ¿Qué tienen los mártires? Sangre de mártir, semilla de cristianos, de nuevos evangelizadores y de sacerdotes. El legado de Monseñor Romero es ese, hoy El Salvador está lleno de vocaciones. Ahora tenemos más de 400 seminaristas en El Salvador”.

EV: Hoy reformulo nuevamente la pregunta que le hicieron hace años, en aquella ocasión era sacerdote y hoy es obispo en El Salvador, ¿tiene miedo de morir?

MR: “Miedo como cualquier mortal. Incluso estoy amenazado por las maras, por estas pandillas. En noviembre (del 2015) me hablaron por teléfono para indicarme los cambios que tenía que hacer en algunas parroquias. Me parece inaudito que gente ajena a la Iglesia me esté indicando ‘tiene que cambiar al padre tal, al padre tal y al padre tal si no quiere ver un baño de sangre sino vos la vas a pagar’. Claro que una llamada como esa le pone a cualquiera la piel de gallina y comienza a sentir uno cierto miedo, como todos los mártires lo han sentido, como Monseñor Romero. Estaba rezando las vísperas el 31 (de diciembre de 2015) y recibí otra llamada que me daban hasta la primera semana de enero (del 2016). Son estas cosas que en esta situación violenta de El Salvador da miedo porque hay un ambiente de inseguridad, me da lástima decir porque es la tierra de Monseñor Romero y la del divino Salvador del Mundo, nuestro Patrono. Hubo más de 6,600 asesinatos en El Salvador en el 2015, en ese ambiente de inseguridad uno piensa que cualquier cosa le puede pasar a uno. Las llamadas provinieron de una zona que es peligrosa. Solo pedir que el Señor nos auxilie y tomar las debidas precauciones. Pues, ¿miedo?, a cualquiera, porque valoramos la vida”.

EV: ¿Cómo describe el fenómeno de las pandillas, de las maras?

MR: “Es un problema. Estuvieron con unas famosas treguas que lejos de ser treguas, pues era para fortalecerse y lograr corredores para la droga, para lograr territorios libres para organizarse. Pandillas o maras que se han acrecentado en las comunidades más sanas, ahí están refugiándose y prácticamente es una guerra abierta porque están con armamento pesado. Las maras encuentran gente sin trabajo, de huérfanos. Como dijo uno de ellos: ‘Nosotros somos hijos de ex militares, de guerrilleros con heridas’. Eso se ha acrecentado y han puesto de rodillas a El Salvador. Han hecho paro nacional ellos porque no son unos 15 ni mil, se habla de 50 mil. El año pasado (2015), no es que decreten porque no tienen autoridad, pero se propusieron matar a un policía cada día. Entonces, un día me detuvo un policía, me pidió los documentos y -al ver que era obispo- solo me pidió la bendición. El policía tenía miedo porque ese día las maras habían asesinado a dos policías. El problema es cuando hay altas autoridades seguramente involucradas en esto, pues se habla de que ellos son profesionales, estudiantes becados en universidades y están preparando gente. ¿Qué piensan? ¿Tomar el poder en el futuro?”.

EV: Sobre la migración, ¿cómo describe el drama que viven los migrantes salvadoreños principalmente hacia el norte, a Estados Unidos? ¿Ve alguna solución?

MR: “Yo no le veo solución porque más jóvenes son asesinados en El Salvador, hay toda una deserción a nivel educativo. La diócesis tiene 35 instituciones educativas, unos 10 mil niños aproximadamente y vemos ese fenómeno de deserción por el peligro de las maras. Aquel muchacho no puede ir a esta otra zona porque está la otra mara. Los muchachos no pueden ir a la iglesia de otra zona porque está la otra mara y puede haber enfrentamiento. Los padres dicen: ‘Si dejó la universidad vamos a buscar visa’ y van a la fila de las visas y evidentemente no se la dan. ¿Qué hacen? Migran sin papeles”.

EV: Para finalizar, sobre el Jubileo de la Misericordia, ¿cómo vivir en clave de misericordia?

MR: “En primer lugar tener experiencia. Estamos invitados a descubrir la grandeza de Dios de su misericordia, cercanía y compasión con nosotros. Recordamos aquí un poco a Santa Faustina, hay que confiar en la misericordia, pedirla, recibirla celebrándola a través del Sacramento de la Reconciliación e irradiarla porque de eso se trata. Si los problemas del mundo, recordemos el mensaje del Papa del inicio del año por la Paz, entonces a veces somos ajenos frente al sufrimiento de los demás. Ahora sí, hay que buscar las ovejas perdidas, hay que ponernos en el camino que el Papa nos está diciendo. Es poner el corazón en el sufrimiento comenzando por nosotros mismos”.

“Hay personas que dicen: ‘Será posible que Dios tenga misericordia de mí’. Hay mucha gente escéptica y tan alejada de Dios, pero a esas personas les decimos que no importa lo que pasó en su vida, Dios tiene misericordia. Todos somos hijos pródigos y necesitamos ese consuelo, ese abrazo del Padre y por eso me llama la atención ver al Papa confesándose. Parte de la solución es poner nuestro corazón en el sufrimiento de la gente”, concluyó.

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