Wanda Ivette Díaz Gómez nunca ha visto los colores del arcoíris, tampoco la hermosura de las playas o montañas. Sin embargo, esto no ha sido  impedimento para que con dificultades superara obstáculos y esté ayudando a otros en la Asociación Puertorriqueña de Ciegos donde ha laborado por los pasados 15 años como coordinadora de servicios.

Fue un descuido médico lo que provocó su ceguera. “Mi mamá tuvo problemas durante su embarazo por eso nací a los siete meses y me metieron en la incubadora, pero no tuvieron las precauciones de protegerme los ojos”, explicó la mayor de tres hermanos.

Asimismo, indicó que le dieron de alta, pero nadie les dijo a sus padres que ella estaba ciega, no fue hasta 6 meses que su mamá la llevó al médico porque no reaccionaba cuando le acercaba juguetes a menos que hicieran algún sonido. “Cuando le dijeron a mis papás que yo era ciega, sus expectativas de padres se transformaron porque ya no tendrían una bebé de revista”, indicó.

Cabe destacar que esto no fue razón para que no le enseñaran las cosas que hacen los niños. Su mamá además de hacer el sonido de las letras, le ponía las manos sobre los labios para que ella sintiera la vibración. “Eso no se lo enseñó nadie, eso fue por sabiduría natural”, esbozó.

Al tiempo enfatizó que sus progenitores la criaron sin limitaciones. “Tuve un big wheel y lo corría siguiendo el sonido del de mi hermano que siempre iba delante de mí. Si ellos no estaban, mami amarraba el carrito para que jugara alejada del peligro. Mis padres tuvieron inventiva, intuición natural. Dios les dio sabiduría a ellos y a mis hermanos para ayudarme”, dijo Wanda.

De otro lado, mencionó que estudió en el Instituto Loaiza Cordero, para niños ciegos en Santurce. Allí estuvo hasta noveno grado. Completó sus estudios en la Escuela Superior Miguel de Cervantes de Bayamón que tenía un salón recurso para personas con impedimento.

“ Lo que la maestra copiaba en la pizarra una compañera me lo dictaba en las horas libres para copiarlo en braille. Los exámenes me los daban en forma oral. A menos que no fuera de escritura o de inglés por lo que el maestro me leía el examen, yo lo escribía en braille y después se lo dictaba”, confesó.

Reconoció que lo más difícil fue su ingreso a la universidad. No tanto los 2 primeros años que estuvo en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón sino cuando llegó al Recinto de Río Piedras. “La Universidad para mí era un monstruo tan grande, tenía que cruzar calles, buscar mi propia comida porque me hospedaba. Fue muy complicado”, admitió.

Más tarde quiso tener su propio apartamento y se mudó a la calle Mayagüez y vivió por 10 años sola. Completó su bachillerato en Ciencias Políticas y su maestría en Consejería en Rehabilitación. Cuando se le cuestionó si haría el doctorado afirmó desconocer si lo haría. “No he tenido la mejor experiencia en términos laborales. Por los pasados 15 años he trabajado en la Asociación, pero ellos no pueden proveerme ningún tipo de beneficios”, aseguró.

En el 2008 llegó a su vida el amor y en el 2010 se casó en la Parroquia Inmaculada Concepción de Las Piedras. Wanda proclama la Palabra de Dios en su parroquia. Cuando le toca transcribe la lectura al sistema braille y la lee en la misa.

Finalmente, Wanda destacó que la organización es clave para realizar las tareas básicas en su diario vivir como cocinar, vestirse y trabajar. “Todas las cosas están en un lugar determinado. Tengo un mapa mental de dónde está cada cosa”, concluyó.

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