«Incluso los más pequeños pueden ser héroes; los más jóvenes, cuando son engañados o se equivocan, se vuelven a levantar y son héroes y siguen adelante. ¡Continuad caminando hacia delante! No os dejéis vencer, no os dejéis engañar, no perdáis la alegría, no perdáis la esperanza, no perdáis la sonrisa». Las primeras palabras que el Papa pronunció en público en tierras colombianas en la tarde del miércoles, 6 de septiembre estuvieron dirigidas a los niños y jóvenes que vienen de la calle, de la adicción a las drogas, de la pobreza.
Se trata de jóvenes seguidos por el proyecto Idipron (Instituto Distrital para la protección de la Niñez y la Juventud), que nació de la sensibilidad del sacerdote salesiano Javier de Nicolò, italiano pero radicado en Colombia desde 1949. Hoy el instituto está coordinado por el padre Wilfredo Grajales y, en colaboración con el ayuntamiento de Bogotá, se ocupa de sacar de las calles a jóvenes en riesgo.
El Papa los saludó en el exterior de la nunciatura apostólica de Bogotá, su residencia en el país latinoamericano, donde cerró, de manera conmovedora, la primera jornada del viaje. Entre bailes y músicas rap, apretones de mano y selfies, los chicos del proyecto Idipron tocaron el corazón de Francisco que, visiblemente emocionado, rezó con ellos; después dirigió un breve diálogo improvisado, lanzando, al menos tres veces, la invitación a «no perder nunca la reencontrada alegría de vivir; a no dejarse robar la esperanza y a no dejarse engañar en la vida». El Papa después señaló lo importante que es el trabajo que estos jóvenes han hecho para vencer el peso prematuro de una vida difícil, abandonar la calle y reencontrar los proyectos y la alegría de vivir. «Gracias de nuevo -ratificó Francisco- por vuestro ánimo, no os dejéis robar la alegría; ninguno os la debe robar e que ninguno os engañe ni os quite la esperanza».
El Papa había desembarcado poco antes, a las 16.10 horas locales (las 23.10 en Italia) en el área militar del aeropuerto de la capital, con veinte minutos de adelanto a pesar del cambio de ruta para evitar la furia del huracán Irma que está devastando el Caribe. Para recibirlo se encontraban allí el jefe del Estado, Juan Manuel Santos, Nobel de la paz en 2016, acompañado por su consorte, María Clemencia Rodríguez Múnera; el nuncio apostólico Ettore Balestrero; algunos obispos colombianos guiados por el cardenal Ruben Salazr Gómez, arzobispo de Bogotá y presidente del CELAM y un millar de fieles. A ritmo de cumbia por bailarines con trajes tradicionales, Francesco recibió la primera bienvenida en Colombia por parte de un grupo de enfermos y discapacitados: sobre todo niños, pero también civiles y militares, víctimas del conflicto armado que durante décadas ha llenado de sangre el país. Entre los niños abrazados por el Papa estaba Emmanuel, hijo de Clara Rojas, hoy parlamentaria, secuestrada en 2002 y rehén durante años de las FARC en la selva colombiana, donde nació el pequeño. Cual símbolo de paz, Emmanuel entregó a Francisco una paloma de porcelana blanca, creada por una escultora y fotógrafa de la capital colombiana, Ana González Rojas.
Después de una breve y concurrida ceremonia de bienvenida -donde no estaban previstos discursos oficiales- con los himnos nacionales y la presentación de los honores militares, tuvo lugar el saludo de las respectivas delegaciones. Después el Pontífice subió en el papamóvil descubierto, acompañado por el cardenal Salazar y recorrió, entre dos alas de multitud, los quince kilómetros que lo separaban de la sede de la representación pontificia. Un primer baño de masas para Francisco a través de las calles de la metrópoli sudamericana a 2.600 metros de altitud: un largo abrazo humano teñido de amarillo, azul y rojo, los colores de la bandera nacional. Fieles, peregrionos y voluntatarios esperaron durante horas el paso del Obispo de Roma para dar cuenta de su alegría. Muchos de ellos salieron al camino, ralentizando algún tramo -hasta pararlo durante algún instante- el desfile de cohes: cientos de miles de mujeres, hombres y niños que nunca han conocido la paz. Quien tiene 54 años hoy en Colombia, no ha visto nunca un día sin guerra. generaciones enteras han nacido bajo un conflicto que quieren olvidar para siempre.
Una vez en la nunciatura, para recibir al Papa se encontraba un grupo de fieles que escenificaron cantos y bailes tradicionales. Entre ellos, los jóvenes del proyecto Idipron, que le regalaron una ruana colombiana, el típico poncho local. Al finalizar, Francisco se dirigió a la capilla de la representación pontificia para ofrecer flores a la Virgen.
Al término de la tarde, el presidente Santos saludó personalmente en la sala de prensa a los periodistas que siguen la visita papal desde todas las partes del mundo, evidenciando que este es el «momento de construir la paz».
. El jueves, 7 de septiembre el Papa saludó a las autoridades colombianas en la Plaza de Armas de la Casa Nariño, después visitó la catedral de Bogotá, bendiciendo a los fieles desde el balcón del Palacio cardenalicio. Sucesivamente tenía en agenda dos encuentros con los obispos: primero con los colombianos y después con los del comité directivo del CELAM. Para finalizar, durante la tarde, la celebración de la misa para la paz y la justicia en el parque Simón Bolívar, héroe de la independencia latinoamericana.
(Silvina Pérez | Observatorio Romano | News.Va)