Es conocido que las redes sociales han jugado un papel crucial en tiempos donde el consumo de información es cada vez mayor. Sin embargo, ante la velocidad con la que se comparte la noticia es necesario validar su veracidad.
Sobre el tema, la Dra. María Teresa Martínez Diez, vicepresidenta ejecutiva de Asuntos Académicos de la Universidad del Sagrado Corazón en Santurce, subrayó que, tanto en la Internet como en las redes sociales, “el elemento de velocidad o inmediatez con que se van presentando los datos, sean ciertos, falsos o manipulados, puede llegar a ser un poco perturbador. Lo que puede contribuir a la desinformación”.
Según dijo, en el caso de Facebook, donde la información fluye con frecuencia, hay quien lee muy rápido y no profundamente. Ante esto observó que “muchas veces leen un titular, lo encuentran interesante y le dan compartir o me gusta sin realmente abrir la noticia o sin fijarse en cuál es la fuente”. Por lo que aseveró que hay que dedicarle tiempo.
“Ahí entran dos cosas. Información vieja que se sigue circulando y puede crear esa confusión de que sean imágenes de otro momento histórico o de otro país, que no necesariamente va con lo que la persona pensaba que estaba leyendo o reaccionando. Y, segundo, está el tema de cómo se construyen noticias falsas (fake news)”, detalló.
Paradigma de escasez vs. abundancia
De acuerdo con Martínez, el paradigma previo a la Internet era uno de escasez. Entiéndase que, antes había pocos medios noticiosos con líneas editoriales distintas y de diferente reputación. El lector sabía de antemano la calidad, por lo que daba mayor o menor credibilidad. Mientras, el paradigma actual es el de la abundancia. “En este hay miles de fuentes noticiosas de las que no necesariamente se conoce el origen, que suelen filtrarse en función del propio criterio en el sentido de cuáles son más afines a mí”, explicó.
Claves para mejorar el criterio propio
Ante la pregunta de qué aspectos se deben considerar para ejercer el criterio propio, destacó que si la información se ve demasiado buena para ser real posiblemente no lo sea. “La primera sospecha debe ser cuando algo es demasiado malo o demasiado bueno. Si es una noticia extrema, inmediatamente debe levantar una bandera”, explicó.
Lo segundo es verificar de dónde viene la información. Es decir, cuál es el origen. ¿Es una agencia de noticias o periódico conocido el que publica, o es un particular que lo subió a las redes sociales? El riesgo de noticias falsas será menor si la fuente tiene un nivel de prestigio. Ver quién escribió la nota y por qué, para confirmar si es fidedigna. Cuál es la fecha de publicación, para asegurarse que es información reciente y leer bien para corroborar la información.
“Es hacer un poco de búsqueda, ver quién más ha publicado una nota parecida a esta. Si es un evento real, posiblemente haya más de un periodista o una fuente. Aunque puede seguir siendo mentira o un error, la probabilidad de que eso ocurra empieza a bajar”, enfatizó.
Consecuencias de la desinformación
La experta señaló que la base de una sociedad democrática es que “la gente esté informada y tome decisiones de a quién delegará el poder”. Acción que, a su vez, está basada “sobre unos principios de una población que está educada, tiene interés sobre los temas públicos colectivos y está informada correctamente para tomar la decisión de a quién quiere delegar algo”.
Por el contrario, “una sociedad desinformada, no educada, que no practica ese ejercicio de criterio crítico, es una sociedad que va a delegar potencialmente mal. A lo mejor no, pero hay un riesgo bien alto de delegarle a alguien que realmente no entiende, no conoce o de quien tiene datos equivocados”.
Subrayó que considera sumamente importante que la gente pueda informarse. Por ello, aseveró que, si los medios más accesibles son los medios sociales, se deben poder discernir los datos existentes.
Aclaró que la desinformación no solo se limita a la toma de decisión del colectivo a nivel político. También ocurre a nivel individual y en todos los niveles, como en términos de salud, de prácticas de consumo, de cómo administrar el dinero, entre otros. ■
Nilmarie Goyco Suárez
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