Un amor fiel y gratuito se derrama constantemente sobre la humanidad, sin medida ni límites. Es la misericordia de Dios. En entrevista con El Visitante, Mons. Félix Lázaro Martínez, Schp. P., Obispo emérito de la Diócesis de Ponce, conversó sobre la importancia de vivir la misericordia de Dios en la actualidad. Esto en la coyuntura del segundo domingo de Pascua, el Domingo de la Misericordia.

Ante la interrogante de cómo entender este atributo del Señor, contestó: “Te diría que ese es el atributo más bonito de Dios, el más cercano a la humanidad. La misericordia no es otra cosa que el amor de Dios. San Pablo dice: ‘Dios es amor’. Podemos decir que Dios es misericordia y la misericordia es amor en acción. Este amor se acerca a la humanidad para ayudarla, curarla, sanarla, salvarla y para vencer sus pecados y la muerte. En fin, misericordia es la carta de presentación de Dios al hombre”, resumió el Obispo.

No obstante, para que crezca la misericordia hay que trabajar con ciertas renuncias. Detalló que el mayor obstáculo para el amor: es el egoísmo. “Es una palabra suficientemente fuerte para compendiar lo que es el enemigo de la misericordia. Suelo hablar de la conversión del egoísmo a la misericordia. Tenemos que renunciar a todo lo que huele a egoísmo, a personalismos, individualismos y por el contrario tenemos que buscar el bien para los demás”, detalló.

Dijo que la gratuidad, eternidad e infinidad son las 3 características de la misericordia de Dios, que, aunque son divinas e imposibles de llevarlas a plenitud, todo emisario de la misericordia está llamado a alcanzarlas. “Se debe practicar la misericordia tratando de que nuestra misericordia tenga esa impronta de gratuidad, de eternidad y que sea infinita, cada vez más grande y sin medida”, recomendó Mons. Lázaro.

¿Justicia misericordiosa o misericordia justa?

Dejó claro que la misericordia va más allá de la justicia, pero no puede darse sin justicia porque están entrelazadas. De hecho, no se puede entender la misericordia sin la justicia, aunque la primera rebasa la segunda. La misericordia es gratuita. “Gratuitamente creó Dios al mundo y al hombre; gratuitamente envió a su Hijo que gratuitamente resucitó”, especificó Mons. Lázaro.

Se le preguntó si existe una relación inseparable entre justicia, verdad, caridad y misericordia. Su respuesta: “Sí, una misericordia sin estos escalones no es misericordia. Están unidos. Hay dos cualidades que están unidas a la misericordia: luz y verdad. No puede haber misericordia sin verdad; no puede haber misericordia sin luz, sin ser transparente. No diría que la misericordia es el culmen sino que se implican unas a otras. La misericordia tiene que ser justa y la justicia tiene que ser misericordiosa. Justicia misericordiosa significa que hay que ir un poco más allá. Justicia sin misericordia sería una justicia muy raquítica”.

Papa Francisco ha enfatizado en lo que llama la cultura del descarte, signo evidente de las consecuencias sociales del egoísmo en sus vertientes como materialismo, hedonismo, fanatismo y discordia. Ante esto, el Obispo señaló y recalcó la escuela de Jesús donde los cursos de humildad, paciencia, generosidad, servicio al prójimo y misericordia esperan en el Evangelio. Recordó la liturgia del Jueves Santo, donde Jesús presentó dos claves: (1) el mandamiento supremo “ámense como yo los he amado” y (2) el lavatorio de los pies. Con amor Jesús orienta a eliminar todo interés material y todo lo que vaya en contra del bien común para simplemente servir al prójimo. Para ser misericordiosos tenemos que esforzarnos para que nuestro amor para los demás tenga como motor el amor de Dios, que Dios sea eje y modelo y Jesús el espejo donde me veo”. La escuela de Jesús implica frecuentar la vida sacramental: Confesión y Comunión.

No es teoría, es acción…

Sobre el componente práctico y esencial, comentó que en las revelaciones de Jesús a Santa Faustina se enfatiza en: oración, sacrificio y obras. Sentenció que una misericordia que se queda en lo intelectual, en lo abstracto, se queda a medio camino y no alcanza plenitud. Llamados a ser prácticos recordó también las 14 obras de misericordia porque el misericordioso debe “practicar la misericordia”. Al preguntarle cuál pudiera tener prioridad en la actualidad, especificó que las espirituales a veces no se practican tanto como las corporales. Urgió a no limitarse solo a las obras de misericordia corporales a secas, sin las obras espirituales, porque esto pudiera ser tentación para caer en filantropía.

“Las espirituales son las que verdaderamente dan la motivación para practicar las corporales porque el que no está convencido intelectualmente y en su corazón, pues puede practicar mal las obras. Diría que todas hay que practicarlas, pero si hay que dar primacía a algunas diría que las espirituales tienen primacía para que de ellas surja la práctica de las corporales”, argumentó.

Medicina para Puerto Rico

No cabe duda de que el mundo, al igual que Puerto Rico, cuenta con varias crisis como guerras, la intolerancia, crisis sociales como la laboral entre muchas otras. No obstante, una de las mayores que identificó el Prelado fue la crisis de la soledad que solo se soluciona con acercarnos los unos a los otros, acompañamiento y con amor. “Esto requiere que renunciemos a nuestros intereses y trabajemos por el bien común y estemos convencidos que todos somos hijos de un mismo Padre, que todos somos hermanos. Ese convencimiento es el que nos debe llevar a darnos a los demás. No es fácil porque estamos viviendo un mundo muy convulsionado por guerras, violencia, egoísmos, intereses, poder y política”, dijo.

Muchos dicen, “cuando el mundo cambie, yo cambiaré”. El Obispo propone centrarse en la escuela de Jesús y comunicar con contundencia “cuando yo cambio, el mundo cambia”. Si el granito de arena se une con otros se hace un pequeño puñado y si crece será una playa.

Ciencia y religión: razón y la luz de la fe

Por otro lado, aprovechó la oportunidad para explicar el debate entre lo espiritual y lo empírico que trae a colación Santo Tomás. Razón y revelación, ciencia y fe, brotan del Dios Creador como punto de partida. “Ciertamente la ciencia y la fe no son incompatibles porque tienen siempre un mismo origen: Dios. Tienen la misma fuente. Son distintos caminos que llegan al mismo fin. La fe tiene su fundamento en la Palabra y la confianza en Dios”, sostuvo.

Reconoció que la ciencia puede hacer cosas más allá de la razón, pero es la misma razón la que determina los límites de la ciencia. Por ejemplo, se crean bombas nucleares que pueden borrar el mundo y la humanidad, pero la razón limita el pensamiento de destruir el planeta o al ser humano. En cambio, la fe es una virtud teologal, sobrenatural, que Dios la concede como un don. Por esto, subrayó que la fe “no consiste en el estudio, o en el esfuerzo, o en lo humano, sino que es una luz, un don que nos viene de Dios y que nos hace ver las cosas diferentes”.

Propuso este relato para explicarlo de forma sencilla. Imagine un cuarto oscuro. En él se enciende una pequeña vela y se puede apreciar la mesa. Luego, se enciende una luz y el cuarto entero se revela. Luego la casa se ilumina con las distintas bombillas y se puede caminar sin tropezar. Entonces, amanece y se sale al exterior con la luz del sol que ilumina todo y se puede ver con gran claridad. La fe es como la luz.

Obras de misericordia corporales

1) Visitar a los enfermos

2) Dar de comer al hambriento

3) Dar de beber al sediento

4) Dar posada al peregrino

5) Vestir al desnudo

6) Visitar a los presos

7) Enterrar a los difuntos

Obras de misericordia espirituales 

1) Enseñar al que no sabe

2) Dar buen consejo al que lo necesita

3) Corregir al que se equivoca

4) Perdonar al que nos ofende

5) Consolar al triste

6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo

7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos

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