Padre Obispo Rubén González Medina

Obispo de la Diócesis de Ponce


“Señor, tú eres misericordioso con todos y no aborreces nada de lo que has hecho, cierra los ojos a los pecados de la humanidad para darles ocasión de arrepentirse, porque tú eres el Señor, nuestro Dios”.

Con la imposición de la ceniza hemos iniciado el camino de preparación para la solemnidad de la Santa Pascua, misterio central de nuestra fe.

Durante este tiempo tan especial en la liturgia de nuestra Iglesia iremos  realizando un programa penitencial que se inspira en las palabras con las  que recibimos sobre nuestras cabezas la ceniza:  “Conviértete y cree en el Evangelio”.

La Iglesia a través de este gesto sencillo nos ha invitado a reconocernos pecadores e iniciar con humildad un camino de conversión, de vuelta a Dios, que dura 40 días. El éxito de esta aventura no estará fundamentado en las obras de penitencia que realicemos, sino en nuestro regreso a Dios y sobre todo en que aceptemos creer en el Evangelio, para así seguir el camino que lleva a la vida que nos propone Jesús, nuestro Redentor.

El imperativo “Conviértete” nos exige que miremos nuestros actos guiados por los valores que propone el Evangelio, en el que Jesús nos  lleva a entablar una lucha contra las múltiples formas del mal, que pueden salir del propio corazón o pueden ser provocados por otros. No tengamos miedo, en esta lucha no estamos solos porque Dios sale en nuestra ayuda.

Convertirse no es solamente sacarse las cosas malas, tampoco simplemente dejar el mal, es sobre todo asumir el bien que nos falta en la vida. Convertirse no es solamente quitarse las vestiduras viejas, sino sobre todo revestirte de las vestiduras nuevas. Convertirse es revestirte de Jesucristo, de ese hombre nuevo que justamente quieres seguir.

Convertirse no es una palabra negativa, o simplemente renunciar al pecado o incluso recibir el perdón de nuestros pecados. Convertirse es el regalo de Dios, el don de su amor que pone en cada uno de nosotros una vida nueva, una semilla de amor que transforma nuestro corazón.

Convertirse no es punto de llegada, sino punto de partida que significa atreverse a vivir el tiempo de Cuaresma con valentía y certeza.

Valentía, pues reconocer nuestros errores, corregir nuestras actitudes, y reconciliarnos con nuestros enemigos, que antes fueron amigos, significa dejar el orgullo y la autosuficiencia.

Certeza, pues iniciamos ese recorrido interior de reflexión cuaresmal con la convicción de que Jesús, ha proclamado que Dios tiene una Buena Noticia para cada uno de nosotros, que el tiempo se ha cumplido, y que el Reino de Dios ha llegado. Y esto produce una profunda alegría, que florecerá festivamente en la noche Santa de la Pascua.

Conviértete, es decir: Cambiar de forma de pensar, sitúate de un modo distinto ante la vida, ante los otros… y Cree en el Evangelio, en la buena noticia de la vida como don de amor, como amor que ofrecemos a los otros y sobre todo, apuesta por la vida: Cree con firmeza que podemos cambiar, ser distintos, vivir en gratuidad, en concordia y en la  alegría profunda que brota del Evangelio.

¡Te deseo una Buena Cuaresma! 

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