Al finalizar la Navidad, la Iglesia nos invita a vivir un momento hermoso: la fiesta del Bautismo del Señor. En este momento se “oficializa”, por decirlo de algún modo, el inicio de lo que Jesús llamó el Reino de Dios. A partir de este momento se lanza Jesús a proclamar la buena noticia esperada, que se puede sintetizar en una frase: Dios invita a descubrir su amor a todo el que quiera creer en Él.

A esto tiene que llevarnos el haber vivido el hermoso tiempo de Navidad; primero: a descubrir, como insistíamos la semana pasada, que Dios ha querido habitar entre nosotros y, segundo: que viene a conducirnos por nuevos senderos donde la justicia, la paz y el amor serán los signos característicos de ese nuevo proyecto de vida.

En la Primera lectura nos presenta la figura del siervo tranquilo y sosegado que viene “marcado” por la fuerza de Dios y que tiene una misión: “Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas” . Su misión será vital para que el pueblo alcance su madurez y pueda tener la luz verdadera que logre que este descubra su camino, el que el Señor propone a su pueblo: “te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas”.

El Salmo responsorial es un llamado al reconocimiento de la presencia de Dios en su historia; una historia que ha de ser fundamentada en el reconocimiento de Dios como rey. “Del mismo modo que el salmista proclamaba que Dios estaba por encima de la grandiosa tempestad, que a los ojos de muchos de sus contemporáneos era un dios, así nosotros proclamamos que cuanto de grandioso hace el hombre es simplemente la voz del Señor, que ha dado tal poder a sus criaturas, e invitamos a toda la creación a aclamar, junto con nosotros, en el templo de Dios: “Gloria al Señor”. Pedro Farnés

La Segunda Lectura nos presenta al apóstol Pedro instruyendo sobre la figura de Jesús señalando el bautismo como un momento significativo en el anuncio del reino de Dios. Nos recuerda que todos somos iguales ante los ojos de Dios: este es insobornable y juzgará con la misma medida a judíos y a gentiles. La “palabra” (v. 36) es el mensaje cristiano de salvación anunciado por los apóstoles. Una palabra que consiste en predicar a Jesús, mensajero de la paz. Una paz sin fronteras destinada a judíos y paganos. En este contexto, el versículo 36b es una afirmación de la soberanía de Jesús sobre judíos y no judíos.

El Evangelio nos lleva al acontecimiento del Bautismo del Señor. En la misma Juan describe su misión; esta es estrictamente humana y por eso insiste que él no es la persona que ellos esperan y recuerda que no “merece desatar la correa del calzado” que implica no tener derecho sobre él. Añade que el que viene trae un proyecto de lo alto. El esperado va a introducirles en el mundo divino y conferirles un espíritu santo purificador. A raíz de ser bautizado por Juan y estando hablando con Dios, este le manifestó explícitamente a Jesús su cercanía y su apoyo. Y Jesús se supo fortalecido y ratificado por Dios, lleno del Espíritu de Dios. En Él palpita físicamente Dios. Él es Refugio, Roca, Camino. ¡No olvidemos orar con Él! Alberto Benito

Este acontecimiento indiscutiblemente nos invita a mirar nuestro propio ser; hemos sido bautizados y se ha invocado el Espíritu Santo sobre nosotros. Por ello hoy, al finalizar la Navidad, hemos de reafirmar lo celebrado; tenemos que acoger con valentía y entusiasmo el mensaje navideño, este debe ser asumido con gran empeño. Que nuestro camino en este nuevo año, recién iniciado, nos fortalezca para que el llamado que nos hace la Iglesia Latinoamericana, al convocarnos a la Misión Continental y que ratificaron todos los Obispos el Día de la Divina Providencia, lo asumamos con gran valentía. Que vayamos a esa misión permanente y seamos signos del Espíritu al cual hemos nacido por el agua de nuestro bautismo.

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