La figura de Jesús emerge hoy con fuerza y le pregunta a sus discípulos por qué el miedo en su corazón. Y esa misma pregunta es la que nosotros, los hijos e hijas de Dios tenemos que hacernos ante las dificultades que día a día nos vamos encontrando. Y tenemos que seguir en la búsqueda de fuerzas para avanzar; en cambio en no pocas ocasiones, claudicamos y no avanzamos.

Como en tantas ocasiones les he recordado, tenemos que echar mano a nuestro bautismo y hacerle una revisión exhaustiva. Ahí podremos reencontrar lo que hemos de asumir cada día y así, avanzar y jamás claudicar.

La Primera lectura nos dirige hacia Job. Una figura que conocemos muy bien, sobre todo por su perseverancia y paciencia. Pero este mismo, adornado por tales virtudes, le cuestiona a Dios el porqué le pasan tantas calamidades, y aquí escuchamos la respuesta de Dios: quién creó, quién cerró el mar con una puerta… El Dios de la creación le recuerda a Job su identidad: Él lo ha hecho todo y “la arrogancia” tendrá que desaparecer.

El Salmo de hoy es una convocatoria a rendir al Dios que salva una acción de gracias. Él manifiesta la eterna misericordia pues socorre al hombre en todas sus calamidades, por ello nuestra petición hoy debe ser: “Necesito la mano que me salve de los peligros de la vida. De mi desierto y mi prisión y mi tormenta. Necesito tu mano, Señor, tu visión y tu luz, tu calma y tu poder. Necesito día a día la certeza de tu presencia y la firmeza de tu brazo. Necesito ser rescatado, porque todavía no soy libre”.

La Segunda Lectura recoge la respuesta del Apóstol Pablo ante el cuestionamiento que se le hace del anuncio del evangelio que realiza. Les recuerda: “lo nuevo a comenzado”. Un nuevo proyecto que requerirá nuevas actitudes, nuevos modos de ver el mundo; ya que el amor incondicional de Jesús en la cruz, requerirá que todo pase por ese crisol de entrega total.

El Evangelio muestra una de tantas escenas que vamos a ir viendo en el evangelio, en el que Jesús manifiesta su poder en medio de los suyos. Los discípulos tienen miedo a la tormenta; cómo no tenerlo. Pero lo que no acaban de comprender es que la sola presencia de Jesús en medio de ellos es suficiente fuerza; pero eso no lo han comprendido del todo. La presencia contundente de Jesús basta para calmar las olas, para inquietar a los discípulos sobre el poder de este; pero además es un momento propicio para recordarles la exigencia de la fe que han de tener para seguirle.

Hoy requerimos reafirmarnos ante los miedos y los actos de cobardía que marcan nuestro camino. El llamado del Maestro es también para nosotros a quien también llama y cuestiona nuestra falta de compromiso y valentía. Una vez más hemos de hacer, o mejor dicho, renovar nuestra propuesta de cada día de seguirle y asumir su buena noticia.

Hoy nuestra patria celebra y reconoce la misión de nuestros padres. Un fuerte abrazo a todos. Asumir sin miedo la misión de educar no es proyecto fácil pero es la convocatoria hecha a ustedes. Que el Señor los bendiga en este día y les acompañe siempre.

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