Si le asignamos un santo protector a cada aberración humana, no tendríamos un aliciente para la práctica de la virtud, sino la sacralización de los vicios. A la adúltera sorprendida en falta no le dijeron que siguiera degradándose en la promiscuidad. (Los acusadores atraparon a la mujer in fraganti. Cabe preguntar, ¿qué sucedió con el adúltero cómplice?) “Yo tampoco te condeno. Vete; y desde ahora no peques más.” (Juan 8,11). Inmediatamente después de que le dijo a la mujer que no la condenaba, le advirtió que debía abandonar su vida pecaminosa. Según Luis de Miguel, la misericordia no da licencia para el pecado.
El perdón gratuito nunca debe ser interpretado como una invitación para seguir pecando, sino para todo lo contrario. También se nos enseña aquí cuál es la naturaleza del verdadero arrepentimiento. Implica un cambio de corazón y de conducta. La persona arrepentida deja de vivir en las tinieblas y comienza a andar en la luz. Afírmese lo mismo sobre la prostitución en todas sus formas, masculinas y femeninas, aunque la lengua cargue las tintas contra rameras, meretrices y cortesanas… El desorden en la vida sexual no justifica la creación de modelos o patronos de diversas agrupaciones a partir de conductas deshonestas. Si alguien nos precede en el reino, no es precisamente por haber sido infiel, sino por otras razones relativas a las buenas actitudes de la conversión o metanoia.
Aníbal Colón Rosado
Para El Visitante