Me preguntas si mis palabras son divinas. ¿Cómo saberlo? ¡Por Dios! Sería mucho presumir. A la verdad, que lo malo y defectuoso no le corresponden a la Suma bondad. Desde otra perspectiva, todo lo bueno que soy y poseo es suyo, le pertenece. En la medida en que pienso y obró como auténtico hagiógrafo en sentido figurado y respetando los cánones formales, las letras son suyas y sagradas. “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hechos 17,28).
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¿Cuáles son tus lugares poéticos? Canglong Ting, quien cultivó paisajes hermosos en Suzhou, afirmaba que los jardines son lugares ideales para contemplar y poetizar. Yo añadiría los ríos, los bosques, los mares y otros destinos aparentemente menos líricos. Varios edificios, monumentos arquitectónicos, pabellones, vergeles, salas y puertas de la Ciudad Prohibida llevan nombres poéticos. Considero que el más poético de todos es el Pabellón para escanciar vino. Allí el emperador Qianlong y sus compañeros realizaban juegos intelectuales al son de los vinos —literalmente simposios— componían poemas. Poco amigo de los espíritus fermentados y de los convites báquicos, prefiero pasear solo o con grata compañía por florestas y campañas floridas. La lectura de los poemarios bien puede trazar los gustos estéticos de sus respectivos autores, incluyendo el paisajismo y la literatura telúrica. ¿Dónde se encuentran tus parajes poéticos?
Aníbal Colón Rosado
Para El Visitante