La Iglesia hoy nos invita a iniciar un nuevo año pero con un aspecto diferente; nos va a decir a través de su palabra que vamos a caminar como la madre de Dios en alegría sabiendo que estamos cumpliendo la voluntad de Dios. Y eso solo es posible cuando vamos siendo conscientes de que lo que acontece a nuestro alrededor es el querer de Dios. Y como María en el Evangelio llevar al corazón cuanto va ocurriendo y que este proyecto de amor vaya fortaleciendo el camino que nos toca caminar. Y cuando la vida nos da duro vamos recordando que el proyecto de Dios tiene momentos hermosos, también los tiene muy duros. Y ante esa dureza somos fortalecidos con la fuerza del Señor.
Al iniciar un nuevo año vayamos con esta propuesta en nuestros hombros y procuremos que nada nos desanime en este caminar.
La Primera Lectura contiene una hermosa bendición que Moisés invita a Aarón a realizarla sobre su pueblo. E innovar sobre este el don maravilloso de la paz. Parecería ser que no acabamos de entender este gran proyecto que el mundo requiere cada día con más ansia. Vemos a Siria sumida en un ambiente de destrucción y muerte y no acabamos de entender que eso no es el querer de Dios. Pero pueden más los egoísmos y los intereses de las naciones que el sufrimiento que vemos día a día en esa zona del país. Hoy con más fuerza tendríamos que asumir con mayor responsabilidad el querer de la paz que nos ofrece la primera lectura.
Salmo Responsorial (66) El Señor tenga piedad y nos bendiga
Este salmo que nos presenta la liturgia parece un comentario poético a la bendición sacerdotal de Núm 6, 24-27: “Que el Señor te bendiga y te guarde; que haga resplandecer su faz sobre ti y te otorgue su gracia; que vuelva a ti su rostro y te dé la paz. Parece que fue compuesto como acción de gracias con motivo de la cosecha. Estas alabanzas que ahora dirige a Yahvé el pueblo escogido, deben repetirse por gentes de todas las naciones; la perspectiva es universal y mesiánica.
La Segunda Lectura nos presenta el gran cambio que ocurre en la vida de cada uno de nosotros: al tener la capacidad de llamar a Dios Abba, o sea papá, entonces nuestra vida y nuestro comportamiento está dirigido por una verdad sólida: somos hijos y sí hijos herederos. Esta pequeña lectura nos brinda una gran verdad: ser hijos es nuestra meta.
El Evangelio sigue recorriéndonos a través del acontecimiento del nacimiento. Los pastores, el nacimiento, la sorpresa de que lo que se les había dicho se han cumplido, recoge una actitud en María, de no dejar que nada de lo que está aconteciendo se le escape por ello va al corazón de la madre. Al iniciar un nuevo año debería ser vivida y asumida en cada momento y así iniciar un nuevo proyecto sin olvidar jamás que son signos de Dios que marcan nuestra vida. María guardaba en su corazón todo lo que iba aconteciendo. Todo lo maravilloso que se iba dando a su alrededor. Ella como recogía cada acontecimiento para que nada se escapara y por eso el corazón era el depósito de todo. Hacía de cada acontecimiento un momento que no debía olvidar. No podía pasar por alto, algo que iba a marcar toda su vida. Finalmente recoge la puesta del nombre del niño: quien se llamará Jesús según se le había manifestado.
Iniciamos un nuevo año y este nuevo año nos lo presenta la liturgia de la mano de María; de un gran llamado a la paz. Procuremos todos iniciar este año nuevo como la madre del Salvador; haciendo de cada acontecimiento uno que nos lleva a vivir más de cerca a Dios y por tanto con mayores posibilidades de una vida en paz.