Ser Pastores, Vinculado a Jesús y en Comunión Fraterna!
1. En el Ángelus del domingo, 16 de agosto, el Papa Francisco nos recordaba a todos que la Iglesia no necesita “burócratas” ni “funcionarios diligentes”, sino, “misioneros apasionados” que abran “el corazón al fuego del Espíritu Santo para anunciar el mensaje consolador de Jesús de modo audaz y fervoroso”. Para evitar esta tentación nos llamaba a que “abriéramos el corazón al Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro bautismo, y que es el fuego y fuerza creadora que purifica y renueva, abrasa toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde adentro, nos regenera y nos hace capaces de amar”.
2. Mis hermanos presbíteros, en este ciclo de encuentros diocesanos con motivo del Jubileo de la Misericordia, les hemos invitado a este momento de oración y reflexión en la Parroquia María, Madre del Redentor donde encontramos una de las Puertas Santas de la Diócesis de El Yunque. Por tanto, se trata de una invitación a entrar por la Puerta Santa de la Misericordia con sentido del pecado personal, social o de omisión que nos acompaña, pero, con deseos genuinos de conversión que muevan el corazón a una experiencia de reconciliación, de comunión y de paz. Esto, debe estar seguido del espíritu de oración por el Papa y la Iglesia, la confesión de la fe y la vivencia sacramental de la Reconciliación y la Eucaristía. Así, se nos abren las puertas de la ternura, el perdón y la misericordia de Dios para ser pastores convertidos, fortalecidos, renovados y decididos para el ministerio misionero. Solo así, podremos salir como misioneros apasionados para llevar misericordia a los demás, especialmente, a los descartados y rechazados en nuestra sociedad, es decir, a la gente que muchas veces permanecen en la periferia de nuestras comunidades parroquiales.
3. En este encuentro sacerdotal, también, nos encontramos con una comunidad parroquial misionera de sencillas estructuras físicas y pastorales, que cuestionan la instalación y comodidad que buscamos en ocasiones, contra viento y marea. Además, una comunidad donde los niños y los jóvenes se presentan como signos de amor, de entrega y servicio con urgencia misionera y que exigen nuestra acogida y entrega ministerial apasionada y fiel. Les recuerdo que hemos llamado a esta Comunidad Parroquial a convertirse en un “santuario de peregrinación misionera”, bajo el patrocinio del Apóstol Santiago, a lo cual va dando pasos decididos. Esta encomienda es acogida por gente alegre, sencilla, servicial y muy generosa, que nos muestra la alegría y la misericordia de Dios. Ellos, mayorcitos y perseverantes, nos llaman a no rendirnos y a continuar sembrando las semillas del trigo de la misión, aunque sea en medio de la cizaña, y asumiendo los retos de la vida y de la historia.
4. Por esto, no podemos olvidar lo que somos y a lo que venimos. Somos sacerdotes y pastores del pueblo de Dios, en una realidad concreta y ante signos específicos de los tiempos que nos interpelan y nos llaman a remar en el “mar adentro” de una Diócesis Misionera y de un País herido, dividido y colmado de incertidumbres ante los graves problemas sociales que afronta, actualmente. Por eso, tener espacios de oración, de sosiego, de comunión fraterna y de fortalecimiento espiritual, es urgente, y se hace imprescindible. Espacios de provecho ministerial y crecimiento para desprendernos del yo ciego y egoísta para encontrarnos con Jesús Maestro, quien nos sigue llamando a caminar en su discipulado misionero en la Diócesis de El Yunque. Solo así, nos juntamos como presbíteros para vivir la misericordia regeneradora y sanadora del Dios de la Vida y de la Historia.
5. En este espíritu de comunión fraterna y en el marco de la conversión personal, pastoral y misionera, con afecto personal les llamo a ser testigos de la misericordia y del perdón. Les invito a caminar con conciencia ministerial presbiteral, aprendiendo a comunicarnos afectiva y eficazmente, a generar relaciones humanas enmarcadas en la confianza, el respeto y la comunión fraterna que nos exige nuestro ministerio sacerdotal. De lo contrario, también nosotros podríamos obstaculizar el proyecto del Reino, dañar el discipulado misionero y mutilar el servicio al pueblo de Dios. Recordemos la parábola de la Vid y los sarmientos. Solo daremos frutos, si permanecemos unidos a la Vid y conectados como ramas a ese tronco y unos con otros. Les pido, encarecidamente, que no dejemos pasar este Jubileo de la Misericordia sin dar pasos, sinceros y auténticos, hacia la conversión personal, pastoral y misionera.
6. Hay señales de esperanza como, por ejemplo, el aporte que cada parroquia ha hecho para la celebración de la Virgen María, Madre de la Divina Providencia. Les agradezco. Esto mismo tenemos que hacerlo con el Plan Diocesano de Pastoral y las iniciativas diocesanas que brotan de este: la Escuela de Formación La Barca, el Camino de Santiago y la Catequesis Familiar Integral, que impulsan el discipulado misionero y afrontan realidades de urgencias pastorales en comunidades que envejecen, aceleradamente. La Misión Continental recoge estas urgencias pastorales para todo el País. Por esto, solo les pido que no quedemos fuera de este paso de Dios por no convertirnos y quedarnos encerrados en una visión ministerial de carácter egoísta, miope y que se hace estéril sin la comunión y la vivencia de la identidad más profunda de nuestro ministerio: la vinculación con Jesús y la comunión fraterna. Que este Jubileo de la Misericordia no termine sin haber dado respuesta, y que esta no sea la de funcionarios o burócratas, sino la de hombres pastores que “primerean, se integran y acompañan”, al rebaño que el Señor nos ha encomendado. ¡Dios les bendiga!