(Tercero de varios artículos)
Incluso consideran que diferenciar entre varón y mujer es convencionalismo social. Sostienen que el sexo psíquico o la percepción personal no necesitan guardar armonía con el sexo biológico (cromosómico, gonádico o fenotípico)1. La perspectiva de género, precisamente, consiste en negar la necesidad de una adecuación entre el “sexo biológico” y el “sexo psíquico” basándose en la noción de que la realidad biológica de la persona no alcanza para determinar su identidad sexual, pues esta es de origen cultural e históricamente mutable.
La ideología de género considera, por ejemplo, que una niña (biológicamente hablando, femenina) puede elegir comportarse como mujer o como varón o como una mezcla de ambos. Lo importante es que ella elija lo que quiere ser y cómo quiere comportarse. Acá vemos claramente que el orden de ser es intencionalmente despreciado pues la identidad sexual no la da la naturaleza sino que se determina por el momento cultural y la opción individual.
Simone de Beauvoir – Agnosticismo marxista y el existencialismo ateo.
Según de Beauvoir, el varón, como el agente principal de la historia, ha marginado siempre y en todas las civilizaciones a la mujer, limitándola a la tarea de reproducción y al trabajo doméstico, mirando con desprecio su fecundidad, lo que Beauvoir llama “la trampa de la maternidad que subordina a la mujer, constituyéndola en un segundo sexo, subordinada al varón para complacer su egoísmo”2. Según las seguidoras del femenino radical y liberal, la mujer no tiene naturaleza y lo femenino es solo creación cultural bajo el dominio e interés del varón. Ella además afirma: “No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste, en el seno de la sociedad, la hembra humana; es el conjunto de la civilización la que elabora ese producto al que se le califica de femenino”3.
Inspirada en Marx, que sostiene que la historia y la sociedad avanzan por la superación de los contrarios (dialéctica), ella sostiene que los contrarios son el varón y la mujer, es decir utiliza la dialéctica marxista para subrayar de forma expresa la vinculación de la opresión de la mujer con otras formas de explotación (racial, étnica, cultural o económica).
El existencialismo ateo que Sartre promueve declara que la existencia (el mero hecho de existir) precede y explica a la esencia (el significado de la propia vida), es decir: cada individuo en libertad absoluta, sin criterio objetivo, decide y configura la razón de ser de su vida. Nuestro Padre nos enseña que el orden del ser determina el orden del actuar. Para el existencialismo es al revés: el orden del actuar determina el orden del ser.
Este modo de pensar le permite a Beauvoir afirmar, según palabras de Trillo Figueroa:
“Ser persona es trascenderse permaneciendo más allá de sí mismo lo cual se realiza en la cultura y la historia. Pero así como el varón puede realizarse, y lo hace sin problemas, no sucede lo mismo con la mujer. Desde esta visión, el varón impone a la mujer ser la Otra, no un sujeto, sino un objeto pasivo sin libertad… la mujer en la medida que es incapaz de trascenderse, es pasiva y por tanto permanece en la propia inmanencia: su cuerpo, fundamentalmente porque está determinado a la procreación y a la maternidad: es un acto repetitivo que no la diferencia de los animales… En su capacidad fecundante y durante el embarazo la mujer, en vez de ser conciencia y libertad, se siente instrumento pasivo de la vida”4.
Dra. Hna. Elena Lugo, Ph. D.
(Instituto Secular Hermanas de María de Schoenstatt)