En el 1949, en una época donde había una extrema pobreza en nuestra isla, se iban perdiendo tantos valores heredados por nuestros antepasados. Surge una mujer que ama entrañablemente a Dios, a su patria y a su gente. Es la que conocemos como Madre Dominga Guzmán Florit, op, fundadora de las Hermanas Dominicas de Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Nació el 3 de septiembre de 1897 en la calle Robles en Río Piedras, Puerto Rico. Sus padres fueron don José Guzmán Cancel y doña Belén Florit Oliveras.
Madre Dominga, conocida cuando joven, como Belén nació en un hogar rodeado de mucho amor y cariño junto a sus hermanos, a los cuales doña Belén cuidaba con esmero y les inculcaba los principios de moral cristiana y social.
La pobreza que reinaba en la isla, también tocó a la familia de don José y doña Belén. Con frecuencia no tenían para alimentar a sus hijos, debido a que don José se enfermó, y un colmadito que con esfuerzo logró tener, tuvo que cerrarlo. Con dolor veían a sus hijos pasar hambre, necesidades básicas, y tomaron la decisión de repartir sus hijos a familiares y amigos, pensando que estarían mejor cuidados. Para Belén que amaba a sus padres y hermanos esto significó un duro golpe. Sus padres tuvieron que cambiarla de una casa a otra, porque al visitarla la encontraban muy desmejorada y luego entendieron que era maltratada. Por fin llegó a vivir con su tía Rita y luego con Carmela, quienes le dieron mucho amor, le enseñaron a leer, escribir y la doctrina cristiana. Tenía 9 años cuando Carmela se hizo cargo de ella, la llevó a la escuela parroquial donde ella enseñaba. Padre Martín Luyck, quien fue su maestro notaba unas cualidades excepcionales en Belén, por lo que le permitió a esa edad hacer su Primera Comunión, cuando según las leyes de la Iglesia había que tener 12 años. Muy pronto tuvo que cambiar de domicilio, ya que su tía Carmela no podía continuar atendiéndola, y pasó a un hogar de huérfanas, cuya directora fue la Srta. Santaella.
Padre Martín, siempre estuvo atento a Belén, y obtuvo para ella una beca con las Hermanas Dominicas de la Santa Cruz en Amytiville, Nueva York. Esto fue para Belén otro cambio entre los muchos que había tenido. Estar allí lejos de su familia, de su patria y hablando un idioma desconocido.
Aquellos principios aprendidos en su niñez habían fortalecido grandemente la voluntad de Belén y aquellos principios cristianos no habían ido al olvido. Aprendió el inglés con mucha facilidad y al terminar sus estudios, pidió ingreso a aquella congregación siendo la tercera puertorriqueña en ingresar a ella. Un dato interesante es que cuando fue entrevistada se le preguntó si quería ser maestra o enfermera. Ella había deseado ser enfermera, pero le indicaron que si estudiaba dicha profesión no podía regresar a Puerto Rico porque ellas no tenían hospitales aquí. Ante esta situación Belén optó por el magisterio porque como ella misma expresó, sus deseos, si sus superiores se lo permitían, era regresar a Puerto Rico para poder “hacer algo por su gente”.
Después de haber emitido sus votos, fue enviada a Puerto Rico donde enseñó en varios colegios de su congregación y en el 1925 fue asignada a Yauco, donde enseñaba español en grados elementales y más tarde fue directora del internado de niñas y superiora de la comunidad por varios años.
A través de su enseñanza en la escuela, notaba ella que algo hacía falta pues los valores cristianos enseñados en la escuela no eran cónsonos con los de sus padres. Fue creciendo en ella que era necesario no solo educar a los niños, sino fortalecer los valores cristianos, morales en sus padres. Era urgente, pensaba ella, se hiciere algo por la familia.
En el 1949 y luego de haber consultado a varios sacerdotes, de tener el permiso de sus superiores y del Obispo de la diócesis Mons. McManus, inició, una idea atrevida y desconocida entonces de dedicarse a trabajar con la familia. Empezó la obra con tres jóvenes, confiando en la Divina Providencia. Sus superiores le habían dicho que su permiso lo tenía pero que no contara con ayuda económica porque su congregación no poseía los medios para ello. Sin una perra como decía Santa Teresa empezó la Congregación de las Hermanas Dominicas de Nuestra Señora del Rosario de Fátima en una destartalada capilla ya abandonada hacía varios años. Su férrea voluntad y su confianza en Dios y la Virgen nunca le fallaron y el 3 de noviembre de 2016 celebramos 67 años de esa gesta admirable, de la que no solo se benefician tantas familias en distintos pueblos de la isla, sino también en República Dominicana, Haití, Venezuela y Estados Unidos.
El proceso de beatificación para Madre Dominga está en Roma. Pedimos a todos su ayuda y oraciones especiales para que todo se pueda realizar según la voluntad de Dios. Se necesitan obreros para continuar y extender la obra. Familias, jóvenes interesados pueden comunicarse a:
Hermanas Dominicas de Nuestra Señora del Rosario de Fátima
PO Box 62
Yauco, Puerto Rico 00698-0062
(Sor M. Rosario Adrover, op)