La presentación de Jesús
La presentación del niño Jesús en el templo lo encamina ya hacia la Pascua. Ha sido consagrado al Padre y debe ocuparse de las cosas de su templo. Su misión será cumplir la voluntad de Dios hasta la muerte en cruz. A los 12 años, en el mismo templo, se lo comunicará a sus padres, que lo buscaban angustiados. Lo habían perdido por tres días, como anuncio de su muerte y Resurrección. Con su sangre derramada en la cruz, Cristo rescató del pecado a su esposa, la Iglesia. Saliendo del sepulcro, la condujo a una vida nueva que se caracteriza por la práctica de los valores evangélicos.
Los valores
Los valores cristianos y los humanos deben ser vividos e inculcados, sobre todo, en el núcleo familiar. Muchos creen que la Iglesia y el gobierno deben hacer la tarea que le corresponde a la familia. No trabajan para ganarse el pan, esperando que el gobierno los mantenga. No transmiten la fe a sus hijos para que el catequista y el sacerdote lo hagan. Tampoco les inculcan valores humanos para que la escuela se los enseñe. Si estos valores no se aprenden en la familia, poco pueden hacer la Iglesia y la escuela. El deterioro de las familias causa que las demás instituciones sociales caigan también en crisis.
El perdón
Hay muchas personas emocionalmente heridas. Crecieron sin el amor y la orientación de unos padres amorosos. Sus progenitores estaban tan ocupados que no tenían tiempo para atenderlos. Estas llagas del alma se curan con el perdón recibido de Dios y con la clemencia otorgada al hermano, o a los padres ofensores y negligentes, con la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu Santo.
San Pablo exhortaba a sobrellevarse mutuamente y a perdonarse cuando alguno tuviera quejas contra otro. El manejo efectivo de la queja por el dolor que ocasiona la ofensa, es tal vez la tarea más difícil para todos en la sociedad actual. Se ha motivado al pueblo a indignarse y a expresar sus emociones, pero no se lo se ha enseñado a manejarlas racionalmente y menos cristianamente.
Se ha querido construir una sociedad sin los mandamientos de Dios. Se han olvidado que la práctica de los mandatos divinos es lo único que conduce a la verdadera paz. Además, para vivir la armonía humana es necesaria la ayuda de Dios, la fuerza del Espíritu Santo. Por eso San Pablo exhortaba el perdón de Dios y a imitarlo en su misericordia. Cuando el ser humano intenta establecer un mundo sin Dios, crea un mundo destructor para el mismo hombre. La decadencia de la sociedad se manifiesta en las señales de muerte. En ella abunda el aborto provocado, el suicidio, la violencia doméstica, el maltrato y abuso de menores.
El amor
El perdón vivido, recibido y otorgado promueve la posibilidad de vivir el amor en la familia y en la Iglesia. Ese amor verdadero ayuda a la familia a servir a la Iglesia y a la sociedad. Esto se hace trabajando para ganarse el pan e inculcando a los hijos los valores humanos, cristianos y sociales que conducen hacia la vida verdadera. Al faltar una cultura de trabajo y al carecer de una transmisión efectiva de los valores evangélicos en la familia hace que la sociedad se hunda en una cultura de muerte. El camino para salir de esta calamidad es Jesús, Dios hecho hombre, que venció la muerte. Jesús Resucitado, actuando en su Iglesia, sigue engendrando vida nueva en todos los que lo aceptan con fe.
(P. Ángel M. Santos Santos)