“Las sentencias cortas se derivan de una gran experiencia”, (Miguel de Cervantes)
Recientemente un conocido analista político del país expresó con mucha vehemencia: “La experiencia cuenta y la inexperiencia cuesta”. ¡Cuánta verdad en esa expresión! En tantos campos del saber se necesita, no solo el conocimiento teórico sobre un asunto, sino la experiencia práctica. Y mientras más relevante experiencia la persona tenga, más aumentarán sus posibilidades de ejecutar eficaz y eficientemente.
Y la experiencia cuenta al momento de mirar la realidad, juzgarla y al momento de discernir cuáles son las mejores opciones. La experiencia se vuelve esencial en campos donde se juega la vida, la seguridad y el futuro de las personas. Cuando vamos a un especialista de la salud, deseamos saber cuánta buena experiencia tiene y dónde la obtuvo. Esto es particularmente cierto en casos de operaciones o tratamientos especializados. En los retiros prematrimoniales, con frecuencia se pregunta sobre el tiempo que llevan los novios de relación y qué tan profundamente han compartido como personas que contemplan vivir una vida juntos y formar una alianza permanente. Se sorprende uno de ver cómo, para algunas parejas, no es importante haber tenido un periodo largo de noviazgo para conocerse.
Y la inexperiencia cuesta… y puede ser muy costosa. Cuesta mucho cuando no hay experiencia y cuando esta es poco profunda. Y vemos con frecuencia las consecuencias: improvisación, análisis superficial de la realidad e implantación de políticas y acciones muy arriesgadas que pronto fracasan. Una mirada a la rotación de empleados en una organización puede ayudarnos a entender los efectos de no tener la experiencia necesaria para administrarla. La volatilidad en la plantilla de empleados es una señal inequívoca de la falta de experiencia en la organización. La tragedia es mayor, pues reemplazan a los que no tienen experiencia por otros que tampoco tienen la experiencia requerida. Son otros los criterios que priman al momento de reclutar o de reemplazar.
Miguel de Unamuno nos recuerda que la experiencia y el fracaso van de la mano. “El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. Toca entonces a las organizaciones establecer los mecanismos para que haya una mezcla de personas con mayor y menor experiencia para adelantar las metas y objetivos de estas. Y poner en las posiciones de más responsabilidad a aquellas personas con mayor experiencia relevante. Y surgen las preguntas: ¿Cuáles son aquellas experiencias relevantes que le permiten a una persona cumplir exitosamente con sus responsabilidades? ¿Cuándo las llamadas experiencias son meras impresiones de la realidad que no son capaces de sostener acciones futuras? ¿En qué momento las llamadas experiencias no son capaces de reducir los riesgos ante nuevos retos? Cada vez que hay un grave accidente de aviación surgen la preguntas ¿Cuánta experiencia tenía este piloto? ¿Cuántas horas de vuelo? ¿En cuáles aviones obtuvo la experiencia?
Recordemos que “la experiencia cuenta y la inexperiencia cuesta”.
Dr. Jorge Iván Vélez Arocho,
Presidente
Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico