La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el pasado lunes, 1 de febrero, al “virus Zika” como una emergencia sanitaria global, debido a que la infección transmitida por mosquitos se ha relacionado con enfermedades neurológicas en niños recién nacidos. En Puerto Rico ya se han reportado varios casos, incluido el de una mujer embarazada.
Comienzo mis palabras exhortando a todos y a todas a acoger con amor, misericordia y solicitud a las personas afectadas por este virus. Cada una de las personas afectadas debe recibir toda la ayuda disponible y la atención necesaria para sobreponerse a este virus.
La OMS nos dice que: “La mejor protección contra el virus de Zika es evitar las picaduras de los mosquitos, lo que protege además de otras enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue, el chikungunya y la fiebre amarilla. Para evitar las picaduras conviene utilizar repelentes de insectos, ponerse ropa (preferiblemente de colores claros) que cubra al máximo el cuerpo, utilizar barreras físicas (pantallas protectoras, puertas y ventanas cerradas), y dormir con mosquiteros. Es también importante vaciar, limpiar o cubrir los contenedores que puedan acumular agua, como cubos, macetas o neumáticos, para eliminar los posibles criaderos de los mosquitos”, (www.oms.org).
Es un deber de la Iglesia, y de los agentes de pastoral, apoyar las campañas de prevención, control y eliminación de este virus. Por ello, es importante educar en nuestras escuelas y catequesis, y a través de nuestros medios de comunicación, al igual que cooperar con los esfuerzos comunitarios dirigidos a las campañas de limpieza.
Lamentablemente la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha propuesto recientemente la práctica del aborto a mujeres embarazadas que han contraído este virus como una alternativa. Me permito recordar que el sacrosanto derecho a la vida, que de Dios y solo de Dios procede, no depende de la salud ni de ningún otro factor. El sano no tiene más derecho a vivir que el enfermo. ¡Nada justifica un aborto!
Por otro lado, aquí en Puerto Rico se ha sugerido también la utilización de profilácticos. Las enseñanzas de la Iglesia sobre el uso de profilácticos son bien conocidas. Más bien invito encarecidamente a las personas a que, tanto hoy en día como en todo momento, practiquen la disciplina personal pues creemos que es la única actitud racional y de fe que puede prevenir radicalmente a toda persona, entre otras cosas, de las enfermedades de transmisión sexual, como ya ha quedado probado en otros casos de emergencia en el campo de la salud pública y la sana organización familiar y social.
Apelo a la conciencia de cada persona, que sepa asumir la actitud más justa ante eventuales situaciones. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: Los católicos tienen el deber de formar sus conciencias de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia. La Iglesia enseña que es en la conciencia donde la persona toma sus decisiones. Por lo tanto, yo animo a nuestros fieles a hacer un discernimiento muy personal y productivo al respecto.
“[…] La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella”, (n. 1776).
“Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla”, (1777).
“La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto”, (1778).
Por último, elevamos a Nuestro Señor oraciones de súplicas, bendiciones y acompañamiento en esta situación de emergencia sanitaria para el pueblo puertorriqueño y para todo el mundo. ■