Hace varios años, una persona mayor era motivo de respeto y admiración: de un tiempo a esta parte, tal parece que es pecado llegar a ser viejo. Con frecuencia oímos chistes con cierta carga de burla aludiendo a personas de mayor edad. En un programa de televisión escuché, que se debía poner un rótulo en un vehículo manejado por un anciano, como el que se coloca en los autos de las escuelas de manejar.

Si fuera por algunas personas, los viejos no existirían; el prejuicio es tal que nadie quiere tener “muchos años” a no ser que estén cerca de disfrutar del seguro social y la pensión, los que pasan de los 80 se quieren lucir haciendo creer que están como coco.

A una persona después de los 50 años se le dificulta buscar empleo, como si no tuvieran derecho a vivir de su propio esfuerzo. Necesitamos reflexionar como sociedad, para responder a las necesidades de los ciudadanos; los mayores tienen las mismas inquietudes que los jóvenes.

La vejez no es una enfermedad contagiosa, es un proceso natural por el que deberían pasar todos los seres humanos. Hay hombres y mujeres que entregaron sus vidas a servir, se gastaron trabajando para que sus hijos y otros, pudieran vivir con dignidad.

Puerto Rico, debe sentirse orgulloso de sus ancianos, porque si algo bueno hay en este país se lo debemos a los seres que lo dieron todo por este pueblo; trabajaron en el campo, en la caña de azúcar, el café, arroz y muchos frutos menores que llegaban a nuestra mesa fresquecitos y que gracias a nuestros políticos ahora llegan, secos y sin sabor natural por ser importados.

Algunos afortunados, estudiaron, se dedicaron a enseñar en las escuelas y universidades, otros se dedicaron a la contabilidad y literatura… dando más de lo que recibieron, poniendo el corazón al servicio de esta tierra que tanto amaron. Otros se prepararon aquí y se fueron al extranjero a dar sus servicios a otros pueblos.

Muchos ciudadanos que ahora son “viejos” lo dieron todo por Puerto Rico y aún hay quienes llenos de achaques y temblores en sus manos siguen amando y trabajando por este País. A veces cuando se enferman no hay quién los cuide y van a parar a los asilos de ancianos donde el sufrimiento, al abandono y la soledad acortan los pocos días que le quedan. Pedimos al Señor Jesús que cuide a nuestros héroes ya que “nosotros” no hemos hecho mucho por cuidarlos.

P. Kharlosg López
Para El Visitante

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