Vivir en esta Casa Común representa muchas responsabilidades y requiere compromiso. Así lo expone el Papa Francisco en su Carta Encíclica Laudato Si’ (13). “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común…”.
En Puerto Rico, después de los huracanes que nos azotaron el año pasado, necesitamos crear conciencia de nuestra Casa. De hecho, para que esta Casa Común se sostenga, los que vivimos en ella debemos enfocarnos en nuestra ecología personal. En otros artículos, he comentado que no se puede dar lo que no se tiene. Ahora añado, que no podemos proteger el exterior si el interior está en peligro o destruido. ¿Cómo protegemos y cuidamos la casa interior? La respuesta es, aprendiendo a gestionar nuestras emociones.
Las emociones
La Real Academia Española define emoción como una “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Somos seres esencialmente emocionales. Las experiencias, pensamientos y relaciones con otras personas, generan sensaciones, sentimientos y emociones. Lilienfield, Lynn, Namy y Woolf (2011), dicen que la emoción es un estado mental, físico y conductual asociado a la evaluación de nuestras experiencias. Podríamos interpretar, que nuestra conducta está guiada por las emociones que nos producen las experiencias que vivimos.
Gestión de las emociones
Alfonso Pastrana en su artículo Dominio propio y coherencia publicado en Catholic.net, dice que quien se deja dominar por las emociones quizá desee de corazón el bien a los demás, pero al final la mayoría de las veces, acabará poniendo por delante sus deseos e intereses. Estas expresiones sugieren que, si no tenemos dominio propio, y no gestionamos asertivamente nuestras emociones, nuestro propósito puede ser loable, pero no rendirá el fruto esperado. Igualmente, en la segunda carta de Timoteo 1, 7 nos dice: “Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, amor y templanza”. Este versículo nos anima a la posibilidad de éxito al intentar esforzarnos en gestionar apropiadamente nuestros sentimientos y emociones. Es importante recalcar que cuando utilizamos el término gestionar nos referimos a administrar, manejar o conducir en este caso, la reacción inesperada o sorpresivamente que brota de nuestro interior, de modo que no resulte adversa a nosotros mismos o a los demás.
Estrategias de control
Cuando te sientas invadido por una intensa emoción:
– inhala
– visualiza la situación que te produjo esa emoción y colócala delante de ti. Sé el espectador. Esto te ayudará a mirar la situación objetivamente y disminuirá la fuerza de lo que estás sintiendo.
Cuando te sientas estresado o agobiado por las responsabilidades y encomiendas:
– piensa en la emoción que sientes, identifícala y pregúntate si realmente es esa emoción la que estás sintiendo.
– escucha con atención tu respuesta y continúa haciéndote preguntas hasta que puedas identificar lo que realmente estás sintiendo. Esto te ayuda a bajar la intensidad de la emoción y a aprender de ella.
No niegues tus emociones, acéptalas. Todos tenemos derecho a sentir enojo, tristeza, decepción, dolor y muchas otras emociones “negativas”. Lo importante es no permitir que las emociones te controlen, sino tratar de reconocerlas y neutralizarlas.
Una vida ecológicamente saludable
Soler y Conagla (2013), crearon y desarrollaron el concepto Ecología Emocional, tomando en consideración las similitudes entre: la contaminación atmosférica y la emocional, el calentamiento y contaminación global. Compararon estos fenómenos con lo que ocurre en el interior de cada persona y afecta su entorno. “Al contemplar desde un corazón reflexivo,tomaremos consciencia de que la primera lucha en pro de la sostenibilidad y la purificación del medio ambiente comienzan en el interior de cada uno de nosotros. ¿Te resulta interesante este enfoque? Entonces lee lo que sigue:
“En este camino, nuestra inteligencia y nuestra afectividad deberán aprender a trabajar en equipo para construir y construirnos, para no destruirnos a nosotros mismos, a nuestra especie, ni al mundo maravilloso donde vivimos. Solo hay una esperanza para contener la destrucción, la violencia: recuperar nuestra sensibilidad para todo lo que está vivo”.
Esta porción del libro Ecología Emocional de Soler y Conangla, tiene gran concordancia con la encíclica Laudato Si’.
¿Quieres conocer más sobre este concepto? En los próximos dos artículos destacaremos el camino hacia el manejo o gestión ecológica de lo que sentimos, para evitar la contaminación de nuestra Casa Común.
Dra. Sandra I. Cruz Martínez
Secretaria de la Comisión de Catequesis de la Diócesis
(Para información, escribe a: sandraivettecruz@gmail.com).
(Primero de tres artículos)