El Bautismo es el Sacramento de la fe. Mediante él todos los fieles se inician en el camino de la fe, una fe no madura, sino que irá creciendo, mediante la ayuda de la Iglesia, de los padres y con la iluminación del Espíritu Santo. Es también un Sacramento que nos une como comunidad con todos los bautizados: nos hace miembros del Cuerpo de Cristo.   Mediante el bautismo adquirimos unas responsabilidades: “Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres” (CCE 14). Esa confesión de fe se manifiesta en nuestra forma de vivir y de relacionarnos con todas las personas que nos rodean.

La Doctrina Social de la Iglesia la propone el Magisterio como una guía para actuar en nuestro quehacer social a la luz de la fe de Cristo, la fe que en el Bautismo nos comprometimos a afirmar. Es un llamado a vivir en forma coherente nuestra fe, que acoge la palabra divina y la interacciona eficazmente con la razón (CDS 74). Por constituirse sobre las bases de la fe y la razón es que la Doctrina Social de la Iglesia se dirige no solo a los hijos de la Iglesia, a los bautizados, estableciendo las responsabilidades sociales que deben asumir, sino también, a todos los hombres de buena voluntad: miembros de otras Iglesias y comunidades eclesiales, seguidores de otras tradiciones religiosas y personas que no pertenecen a ningún grupo religioso. A todos ellos la luz del Evangelio, fuente de la Doctrina Social, les ilumina las conciencias para reconocer los valores y las normas de acción que permiten desarrollar un humanismo integral y solidario. Los valores y principios universales  que conforman la Doctrina Social de la Iglesia constituyen un terreno fértil para cultivar el diálogo y la colaboración en el campo ecuménico.

Para los bautizados la Doctrina Social es fuente de renovación y continuidad de las promesas bautismales. Implica un compromiso con los valores fundamentales de la justicia, la verdad, la caridad y la libertad. Nos dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (#516): “De la fe liberadora en el amor de Dios se desprende una nueva visión del mundo y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero: es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a sus discípulos”.

La Doctrina Social de la Iglesia es una expresión del ministerio de evangelización. La Iglesia vive y obra en la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para cumplir su misión de comunicar  a todos los hombres la novedad del anuncio cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de esta manera la fe ayuda a las personas a comprender las cosas en la verdad que “abrirse al Amor de Dios es la verdadera liberación” (CDSI 524). Por su  valor formativo, la Doctrina Social debe estar presente en la actividad catequética. Su enseñanza debe estar orientada a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales (CDSI 529, 530).

Es tarea del laico, hecho partícipe, mediante el Bautismo, de la vida en Cristo, anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida enraizada en Cristo y vivida en las realidades temporales. Este testimonio exige armonizar la vida y la fe. Nos dice San Juan Pablo II: “En la experiencia del creyente no puede haber dos vidas paralelas: por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura” (Christifideles Laici, 59). Iluminados por la Doctrina Social, sus valores y principios podemos lograr esa coherencia de vida a la que somos llamados.

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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