Filmada anteriormente, en 1978, “Death on the Nile” se basa en la trama de una de las novelas populares escritas por la inglesa Agatha Christie, maestra del género detectivesco, cuyas obras fueron inmensamente leídas a lo largo de la primera mitad del pasado siglo. Este libro en particular tenía como su figura central a uno de los dos detectives creados por su pluma: Hercule Poirot, belga de origen, hombre elegante y puntilloso y -sobre todo- un gran observador de detalles nimios que a él le proporcionaban las pistas necesarias para descubrir a un asesino entre múltiples sospechosos. (La otra figura detectivesca creada por Agatha Christie fue Miss Marple, una señora mayor, tan excéntrica como divertida, aficionada a la detección y tan eficaz en ello como Poirot).

La trama sigue siendo la misma en esta nueva versión: un joven deja a su novia -apasionadamente enamorada de él- por una amiga de esta que es mucho más rica. La pareja inicia un viaje por el Nilo en un yate elegantísimo, acompañada de varios amigos, entre los que se ha colado la novia rechazada.  Se suceden entonces varios asesinatos que Poirot debe resolver.

La película destaca -como la versión anterior- la estrategia de presentar a varios sospechosos con motivos válidos para haber cometido el crimen, entre los cuales Poirot debe discernir al culpable. El ambiente, como en muchos de los relatos de Christie, es un ámbito cerrado y, por lo tanto, el número de sospechosos es limitado. Sin embargo, el director aquí, el inglés Kenneth Branagh, también actor, ha querido darle un giro diferente al comienzo de la cinta. Es como si quisiera contrastar los ambientes cerrados con otros que muestran la grandeza de los monumentos históricos y naturales, además del lujo de un estilo de vida que denota gran riqueza.

Antes de abordar el yate que los llevará por el Nilo, los personajes hacen un recorrido por parajes egipcios, incluyendo las pirámides. En esas tomas se utilizan ángulos extremos para mostrar a los personajes centrales como seres empequeñecidos, vistos desde arriba por las cámaras. En otras tomas se ven contrastados ante los grandes monumentos, realzando así su pequeñez. También recurre el director, a través de la cinematografía, a escenas de gran sensualidad, sobre todo en las largas secuencias en que los novios bailan sugestivamente. Es solo tras media hora o más de comenzada la película que se reúnen -y encierran- los personajes en la embarcación que los llevará por el Nilo, aquella en la que se llevarán a cabo los múltiples asesinatos que pondrán a prueba la pericia detectivesca de Hercule Poirot.

Esta nueva versión también actualiza a sus personajes, introduciendo a varios de raza negra, en contraste con la versión de 1978. Prescinde, además, de grandes estrellas del cine en los roles principales. No hay aquí figuras equivalentes a Bette Davis, la protagonista de la cinta de igual título rodada en los setenta. Kenneth Branagh se asigna él mismo, eso sí, el papel más importante, el de Poirot, y ofrece una versión histriónica del personaje que revela una vez más su versatilidad y pericia interpretativas. La banda sonora se centra en la música de los “blues” típica de los años veinte, época en la que sucede la acción.

Death on the Nile ha sido clasificada A-3, para mayores, por la clasificación católica, debido a la violencia, la sensualidad pasajera y la breve referencia al lesbianismo. La clasificación voluntaria de la industria la ha catalogado como PG-13: se advierte a padres y guardianes que algo del contenido del filme podría resultar impropio para menores de 13 años.

Luis Trelles

Para El Visitante

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