A su llegada a la oficina de Cáritas Puerto Rico, ubicada en San Juan, Padre Enrique “Kike” Manuel Camacho Monserrate va puerta por puerta dando los buenos días al equipo de trabajo. Una vez en su escritorio hace una breve oración invocando la presencia de Dios a quien también da gracias. Lo que pocos imaginan es que este sacerdote dado al servicio social es abogado de profesión.

Con motivo de la celebración de la semana de los abogados del 26 al 30 de junio, en entrevista con El Visitante explicó cómo de abogado corporativo pasó a servir a Dios.

Todo comenzó a raíz de su crianza en el seno de una familia integrada en la iglesia. “Mi mamá toda la vida ha tocado en el ministerio de música de su parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María en Guaynabo (adjunta al colegio donde él  estudió). Mi papá toda la vida ha sido lector. Son cursillistas”, recordó el mayor de tres hermanos.

Desde pequeño fue un niño muy activo en la iglesia, lo que desarrolló su admiración por los sacerdotes de su parroquia llevándole a decir que quería ser como ellos. Sin embargo, cuando pequeño fue víctima de bullying, pero el apoyo de su familia lo ayudó a superarlo positivamente. En el proceso de querer mejorar y crecer como ser humano su inquietud por el sacerdocio quedó a un lado.

“Hubo una etapa en mi vida en que me concentré mucho en probarme a mí mismo de que yo era capaz. Tenía una meta muy sólida de ser un profesional. No es que la vocación desapareció sino que estaba escondida. Como toda persona quería casarme, tener una familia. Yo decía: ‘Bueno Dios, yo puedo también ser un buen padre de familia, un buen laico comprometido como lo son mis papás, no tiene que ser solo sacerdote’. Y esa lucha siempre estuvo ahí por varios años”, explicó.

Se propuso estudiar derecho y se graduó Cum Laude de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. En apenas 4 años y medio llegó a dirigir un bufete de abogados de banca corporativa, tuvo varias litigaciones exitosas y se convirtió en el Director de la división legal de la Comisión Industrial de Puerto Rico (CIPR), pero el éxito no llenó su vida.

“Ya había logrado todo lo que yo humanamente quería, ya había logrado éxito profesional, económicamente estaba bien. Pero había un vacío en mí que no sabía por qué. Lo tenía todo pero no me sentía lleno”, compartió.

Aunque era católico se limitaba a ir a misa los domingos, no le gustaban los retiros y les “huía tremendamente”. Fue la quinta vez que una persona del Movimiento Juvenil Católico Damasco lo invitó a uno, que pensando en que sería un fin de semana para vacacionar . Aceptó  ir, ya que pasaba por momentos difíciles en su trabajo. “Ahí tuve un encuentro con el Señor. Sentí de una manera especial la presencia del Santísimo, que Dios me amaba intensamente y me sentí feliz”, expresó.

Padre Kike tenía una vida social muy activa, ya que disfrutaba de salir con sus amigos. Todo eso cambió luego del retiro y se involucró más con el grupo juvenil. Aseveró que: “Cada vez que estaba en algo de la Iglesia, me sentía más feliz y tranquilo que cuando estaba en las cosas del mundo”. Fue así como el llamado de niño resurgió y el miedo no se hizo esperar al pensar en la estabilidad que ya tenía versus dejarlo todo.

A raíz de dos experiencias distintas conoció a Mons. Iván Huertas, vicario de vocaciones, y P. Vicente Fernández Mariño cuyos testimonios y ejemplos le impactaron. Un año luego de aquel encuentro se comunicó con Mons. Iván. Con la frase Duc in altum (Remar mar adentro) las pruebas que atravesó no le detuvieron de responder al llamado. En el proceso, leyó la vida de los santos y se identificó con San Martín de Porres. Siempre se sintió atraído por los pobres y durante su formación de 5 años en el seminario Santa María de los Ángeles en Madrid conoció y trabajó en Cáritas parroquial de la ciudad.

Fue un proceso de madurez y humildad en todos los aspectos. “Para ser sacerdote uno tiene que crecer como ser humano y creo que Dios me estaba puliendo para ser humilde, no ser arrogante y para darme cuenta de que lo que tengo es por pura gracia. Todas las mañanas le pido a Dios para ser un buen sacerdote. Hoy día me encuentro con profesionales y les puedo ayudar”, admitió.

El día antes de ordenarse diácono, el 19 de agosto de 2007 Mons. Roberto González, Arzobispo de San Juan, lo nombró como Director de Servicios Sociales Católicos que luego cambió a Cáritas de Puerto Rico donde lleva 10 años. Pensando en que sus invitados pudieran asistir a su ordenación escogió el 3 de  noviembre; sin saber que ese es el día de San Martín de Porres, Patrón de Cáritas y de Madre Dominga Guzmán, quien fue amiga íntima de su abuela María, que siempre deseó un sacerdote en su familia.

Hoy día, el también Vicario de Pastoral Social de la Arquidiócesis, se considera “un partysero pero para Cristo”. Sin embargo, ve el sacerdocio como un regalo. “Es una bendición. Estar en los momentos más importantes de las personas”, precisó.

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