Al repetir la Cuaresma cada año, se nos da la oportunidad de retomar nuestra historia personal y comunitaria. En primer plano, pareciese una Cuaresma más, pero en realidad no lo es porque quienes nos adentramos a ella no somos iguales al de la Cuaresma pasada. Por eso, en este año simbólicamente el 2020 nos pide una nueva visión, o sea, una nueva manera de mirar, observar y acercarse a la realidad.
¡Qué mejor momento en nuestra historia como pueblo para tener una nueva visión! Un Puerto Rico tambaleado por los sismos pide abrir los ojos, pide un despertar, pide una nueva mirada. La mirada que nos conmueve no solo por el dolor sino por el anhelo de cercanía y humanidad. Vivir la Cuaresma para Puerto Rico implica nuevos matices de caridad, implica la salida y abandono de estilos que nos encierran y nos aíslan, que nos hacen egoístas e indiferentes.
Vivir la Cuaresma con nueva visión es tomar las claves tradicionales y relanzarlas hacia un nuevo horizonte. Dichas claves se resumen en la reconciliación, la penitencia y la oración que permean en cada Cuaresma. Vivir una reconciliación que vaya más allá del sigilo sacramental y que implique relaciones renovadas y saludables con Dios y los hermanos. Vivir una penitencia que supere el adormecimiento de la conciencia con el mero cumplimiento y sea un modo agradecido de elevarnos a Dios. Vivir una oración que haga de las palabras signos de vida y comunión armonizando las fórmulas con el estilo de vida.
Todas ellas matizadas por el amor y la caridad con el más necesitado. Todas ellas no como metas para alcanzar sino como convicciones que muestren una conversión personal para llevar un estilo de vida cristiano. Estas tres claves no son exclusivas de este Tiempo litúrgico, pero se destacan para ser mejor comprendidas y sobre todo mejor vividas. Ellas son fundamentales en la vida cristiana porque armonizan nuestro espíritu y sintonizan nuestra vida con las enseñanzas del Maestro Jesús. Él como Hijo de Dios y Salvador nuestro nos ha trazado un camino seguro para llegar al Cielo. Pero no basta amar para ganar el Cielo, hay que amar aunque no hubiera Cielo, hay que hacer el bien aunque no hubiera Cielo, hay que vivir a la medida de Cristo aunque no hubiera nada porque su mandato es amar.
La Cuaresma no es un fin en sí mismo ni tampoco una competencia de resistencia de mortificaciones. La Cuaresma es preparación y oportunidad para redescubrir ese misterio de salvación que lo vivimos en el Triduo Pascual. Ya lo dijo nuestro Beato Carlos Manuel: ¡Vivimos para esa Noche! No desperdiciemos esta experiencia y caminemos firmes en el deseo de una vida nueva, de una nueva visión. Vernos como Dios nos ve, amarnos como Dios nos ama, perdonarnos como Dios nos perdona ¡Esta puede ser tú Cuaresma con nueva visión ■
P. Miguel de Ángel
Para el Visitante