Nuestra Diócesis de Mayagüez quiere dar a conocer la vida y obra de este insigne sacerdote, quien murió en olor de santidad en el 2007. Con el fin de promover el que se le conozca y se intensifique en su momento la devoción a su persona comenzaremos a desarrollar un círculo que gire en torno a esta finalidad. Imploramos que quienes le conocieron y trataron, así como aquellos fieles que se interesen por dar a conocer su obra se comuniquen vía correo electrónico o por cualquier otro medio para formar este movimiento promotor de su persona.
Deseamos en lo posible que todos los pueblos y parroquias que se vieron impactados por su presencia en las diócesis de Ponce y Mayagüez sean parte de este proyecto. Aclaramos que este esfuerzo no es propiamente el cauce para propulsar su causa de beatificación, en la que ciertamente la diócesis de Mayagüez está empeñada. En su momento oportuno se indicarán las pautas para este proceso siguiendo lo establecido por la Congregación de las Causas de los Santos.
Quienes tuvimos la gracia y honor de conocerle, compartir en el ejercicio del ministerio sacerdotal o tener de algún modo contacto cercano hemos de implicarnos en dar a conocer lo que fue su vida y aportación en la misión de la Iglesia. Mons. Ortiz fue ante todo un siervo fiel de la Iglesia. Quiso ser sacerdote conforme al corazón de Jesús en la Iglesia. La obediencia a la Iglesia en sus legítimos pastores fue un signo constante en toda su existencia como presbítero. Su vida fue una espera confiada y paciente del Señor. Siempre que le preguntaba, cada mañana al encontrarnos mientras compartimos ministerio en la parroquia Santa Rosa de Lima en Rincón, “¿Cómo está hoy?”, su respuesta inmediata fue: “Esperando la llegada del Señor”. Se refería sin duda alguna al momento de su muerte.
Por testimonios de muchos fieles y en mi propia experiencia como penitente Mons. Ortiz fue un firme exponente de la doctrina y moral católica. Siendo exigente en el dirigir espiritualmente a los fieles nunca dejó de ser misericordioso y manifestar a todos la ternura de Dios que acoge al caído para redimirlo y salvarlo. Aún cuando sus muchos años le hubiesen supuesto quedarse incólume sin adaptarse a los tiempos cambiantes y retantes, siempre estuvo con una gran disposición a esforzarse por estar a la altura del tiempo que le correspondió vivir, sin por ello ceder en la fidelidad a lo que entendió era esencial y no negociable en la doctrina del Evangelio. Fidelidad y compasión, misericordia sin ceder a lo nuclear.
Recuerdo con emoción una ocasión en que conversando con él le comenté que tenía en mi biblioteca personal el Nuevo Testamento trilingüe y una gramática griega. Con la inocencia e ilusión de un niño me pidió que se lo prestara pues quería repasar lo que en su tiempo de formación había aprendido. Ya era octogenario y aún quería aprender. Su única inversión en todos sus años de ministerio fue en adquirir libros que le mantuviesen muy al día. Tuvo clara conciencia que un sacerdote siempre debe estar formándose para servir con diligencia, sabiduría, acierto y fidelidad al pueblo que se le encomienda.
Es de suponer que muchos fieles de las parroquias en las que sirvió y allí donde pasó parte de su vida sacerdotal conservan vivos recuerdos, anécdotas, experiencias enriquecedoras. Queremos recopilarlas y conservarlas para la posteridad.
Toda persona que quiera ser parte de este esfuerzo, que desee iniciar un círculo para conocer la vida y obra de Mons. Romualdo Ortiz Vega escriba a Obispado de Mayagüez, Apdo. 2272, Mayagüez Puerto Rico 00680. Igualmente puede comunicarse por este correo electrónico: mecomayaguez@gmail.com
Anhelamos que en todas las comunidades en que estuvo ejerciendo sean parte de esta iniciativa. Comuníquense para darles mayor detalle y unirnos en la tarea de profundizar en la vida de un sacerdote que fue modelo de santidad y entrega.
(Padre Edgardo Acosta )