Como toda pareja enamorada, Michelle Ortiz y Ramón Ramos unieron sus vidas el 22 de enero de 2005 en la parroquia San Antonio Abad de Guánica. Como parte de su matrimonio, ambos tenían la ilusión de tener un hijo, fruto del amor conyugal. Sin embargo, la vida les tenía otros planes.
Al año de percatarse que su deseo no se concretaba, se realizaron varios estudios y visitaron médicos especialistas. Tras distintos análisis, la ciencia concluyó que la pareja no podía concebir. Aunque la noticia los invadió de tristeza, mantuvieron presente que solo Dios era capaz de hacer posible lo que para el hombre era imposible. Desde entonces eran continuas las oraciones en las que pedían al Señor que les diera la oportunidad de ser padres.
Como su hermano era seminarista, en uno de sus pases, la familia decidió hacer una visita grupal hasta la Catedral Dulce Nombre de Jesús en Caguas, donde se encuentran los restos mortales del Beato puertorriqueño Carlos Manuel Rodríguez.
“Allí, en un papelito anoté que si era la voluntad de Dios, que me concediera la gracia de algún día ser madre. Sin saberlo, mi esposo escribió lo mismo. Aquel día, nuestras peticiones fueron presentadas a Dios por la intercesión de nuestro Beato. Desde ese momento, empezamos juntos a hacer la oración al Beato Carlos Manuel y siempre dijimos que, si nos concedía esa gracia en un niño varón, le llamaríamos con su nombre”, aseveró.
Según narró, que para el Día de las Madres de 2008, comió una empanadilla que aparentemente le cayó mal. Ante las sospechas, su esposo le sugirió ir al laboratorio para hacerse la prueba de embarazo. Sin embargo, contó que: “Me había hecho las pruebas tantas veces que le decía: ‘¿Para qué?’. Era como si hubiéramos perdido la fe, pero fuimos al laboratorio y cuando nos dieron el resultado nos quedamos asombrados y llorando por largo rato. No lo esperábamos y fue tremenda alegría para la familia”.
No obstante, Michelle agregó que fueron muchos los momentos difíciles y dolorosos. “No sabíamos qué iba a suceder. Pero sobre esto el mismo Beato nos enseñó que: ‘Las horas no son iguales y menos los días. Entre cada hora del día y entre cada día de la semana existe una diferencia absoluta, esencial, divina’”.
Por eso, desde que se enteraron que era un niño, comenzaron los preparativos y, en agradecimiento con el Beato y a la promesa que le hicieran, decidieron que su nombre sería Carlos Manuel. Nueve meses más tarde, el 18 de diciembre de 2008 a la 1:59 p. m. en el Hospital Damas de Ponce, nació su pequeño retoño.
Con el milagro del nacimiento hecho realidad llegó “mucha alegría que cautivó a la familia y amigos”. Dos meses después de su bautizo, el domingo, 8 de marzo de 2009, fue presentado en la Catedral de Caguas “como testimonio del amor que Dios nos había manifestado a través de la devoción a nuestro Beato. Nos sentimos orgullosos de ser padres y nunca vamos a olvidar esa gracia que Dios nos dio por la intercesión de nuestro Beato Carlos Manuel”.
De su experiencia como madre, describió que han sido unos 10 años fantásticos. De su hijo y sobre lo que espera enseñarle para el futuro sostuvo que: “Él para nosotros es todo, es la luz de nuestros ojos. En él vemos el amor eterno de Dios y la compañía de los santos. Queremos ser como la Sagrada Familia de Nazaret y junto con la Santísima Virgen María lo ayudaremos a vivir para Cristo: vivir para esa Noche. Acostumbramos siempre a llevarlo a misa en la parroquia Inmaculada Concepción de Guayanilla. Y en ocasiones me acompaña a tocar, instrumentos de percusión, en un ministerio de música”.
Por último, a aquellas mujeres que anhelan convertirse en madres y aún no logran serlo, les exhortó a nunca perder la fe. “Aunque los médicos digan que no se puede, para Dios nada es imposible. Con las oraciones se pueden logran muchísimas cosas”, manifestó.
Nilmarie Goyco Suárez
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