Entusiasta, carismática y optimista, con su testimonio de vida doña Cándida R. Santiago Ortiz se destaca como una mujer sin fronteras. A pesar de no conducir, de sus 75 años de edad y de las distancias de sus hogares ubicados en el estado de la Florida y Naranjito, esta se ha mantenido fiel a su compromiso con varios sectores de la comunidad de Santurce.

De otro lado, la carrera de su esposo como guardacostas la ha llevado a viajar fuera del país en múltiples ocasiones, por lo que se describió como una gitana.

En 1958 se propuso realizar estudios universitarios en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en el área del magisterio. Sin embargo, su carrera como maestra de Kinder duró poco tiempo, pues el 20 de diciembre del mismo año contrajo matrimonio. Desde entonces se dedicó al cuidado y crianza de sus cinco hijos.

En 1983, con la mayor de sus retoños matriculada en la universidad, a la edad de 44 años doña Cándida decidió retomar sus estudios. Esta vez optó por la profesión de trabajadora social.

Sin embargo, aunque a veces creía desistir, resaltó que los comentarios de su esposo como: “Tú te vas a rajar” o “No vas a volver”, le sirvieron de incentivo para continuar adelante.

“Aunque él no estaba complacido con que yo saliera del rol de mamá, seguí firme y me fui a la Universidad del Sagrado Corazón y combiné mis tareas maternas con la carrera”, expresó.

Por otra parte, su compromiso con la labor social de la Iglesia comenzó en 1986 durante su práctica universitaria en Cáritas. Allí conoció a Padre Lorenzo, director de Don Bosco Center y en 1988 se unió a su equipo de trabajo.

Posteriormente, por espacio de 7 años, pasó a laborar en Servicios Sociales Católicos. Nuevamente, entre el 2002 y 2003 regresó a Don Bosco -al entender que necesitaban de personas como ella-, donde ha permanecido hasta entonces.

Entre sus mayores satisfacciones laborales está haber logrado la rehabilitación de personas adictas y ayudarles a restablecer sus responsabilidades con sus familias. Además de dar seguimiento a las solicitudes de aquellos que sin ser de la comunidad van en busca de ayuda.

Por esta razón, advirtió que la marginación existente hacia las personas de estos barrios sucede por la percepción errada que se tiene de estas. No obstante aseguró que son gente muy buena y agradecida.

Si bien para doña Cándida las necesidades no tienen fronteras, mucho menos existen límites a la hora de servir, pues “cuando se le cierra una puerta, siempre encuentra una ventana”.

“Me gusta mi trabajo, me gusta ayudar y no soy persona de juzgar. Desde pequeña era amiga de meterme en líos. Incluso mi mamá a veces me decía: ‘A ti nunca te falta un alcahuete al lado’”, recordó risueña.

La también sobreviviente de cáncer de mama aseguró que: “En la vida tienes que pasar por experiencias, así sean negativas, que te nutran”. Por ello, a pesar de esta vivencia, se describió como una persona que ha amado y ha sido amada. Igualmente, recalcó que cuando se tiene fe y a Dios en el corazón, se puede seguir adelante.

Al mismo tiempo, con más de 25 años de experiencia en contacto con la comunidad, doña Cándida señaló que hoy día la mayoría de las personas piensa que con solo ir los domingos a misa ya cumplieron.

Detalló que aún hay personas que desconocen la labor que la Iglesia realiza más allá del templo. Como resultado, a todo el que puede le exhorta a orar, rezar y a mantenerse en comunión con Dios.
Finalmente, con sus años de vida y su testimonio, doña Cándida es una mujer que vive y disfruta al máximo el darse a plenitud en servicio a los demás.

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