Misa con seminaristas del Seminario San Juan Bautista en Puerto Nuevo el 2 de enero de 2016.


La alegría propia que caracteriza el tiempo navideño nos anima a reunirnos en familia, en el trabajo, en la Iglesia y distintos lugares para compartir. Es en este mismo espíritu de alegría que nos reunimos hoy para compartir el Pan de la Palabra y el Pan Eucarístico como parte de este encuentro donde nos reunimos la gran familia del seminario: Obispo, sacerdotes, rector, formadores, profesores, seminaristas, padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos y abuelas, padrinos, madrinas de nuestros seminaristas, amigos del seminario, colaboradores y voluntarios.

Decía el Papa Francisco: “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas.” (Evangelii Gaudium, 107) Cónsono con estas palabras yo quisiera agradecer a los hogares y familiares de nuestros seminaristas por haber sigo escuelas de fe y de amor. La vivencia de la fe en sus familias ha sido un elemento esencial para despertar la inquietud vocacional en nuestros seminaristas.

Se suele decir que en el centro del corazón de un obispo debe estar el seminario. Pues aquí es donde se forman los sacerdotes quienes serán los más estrechos colaboradores del obispo para llevar a cabo su misión de apacentar la grey del Señor.

El seminario es lugar de oración, de estudio, de comunión, de fraternidad, de crecimiento, de discernimiento y de maduración, es lugar, como sugiere el evangelio, de podar, de cortar, es lugar ensanchar el corazón para Cristo.

El seminario es escuela para aprender que el sacerdocio no es una profesión sino una vocación; es un ministerio, es un servicio. El Seminario es lugar para aprender que el sacerdote no es un príncipe o dictador sino un servidor. Aquí, el seminario, aunque no es escuela de oftalmología, se les enseña a los seminaristas a enfocar su mirada, a ejemplo de Cristo. Enfocar la mirada para ver: ver al prójimo, ver sus necesidades, poder asistirlo y acompañarlo. Aunque el seminario no es una escuela de medicina, aquí, formamos a los seminaristas para curar heridas, para sanar, para salvar. Es importante que el sacerdote se forme con la convicción de que está para curar las heridas del pecado y no para abrirle más.

A mí me entristece mucho cuando veo a sacerdotes que se pasan juzgando a las personas, que se pasan juzgando conductas y utilizan el Evangelio para herir, para condenar, para descartar a seres humanos, para hablar mal de otros sacerdotes. Ese no es el enfoque. El enfoque es que somos ministros de un Dios rico en Misericordia. El enfoque es el que nos dice el Papa Francisco en su Bula sobre el Año Jubilar de la Misericordia: “Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona”, (M.V. 2).

Yo quisiera que esta Año Santo de la Misericordia se aprovechara al máximo en su formación sacerdotal. Leer y releer la bula varias veces, meditarla. Realizar obras de misericordia. Escribir sobre la Misericordia. Formarse en la Misericordia para ser sacerdotes ricos en misericordia, como el Padre es misericordioso. Cuando un sacerdote no es misericordioso no ejerce su sacerdocio a imitación de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Algo ha fallado en su formación. Si con nuestros gestos, no revelamos el rostro Misericordioso, tierno y dulce de Dios, no hay plenitud en nuestro testimonio. Recuerden: la misericordia es el nombre de Dios, misericordioso es su rostro lo cual no significa que se puede tolerar todo tipo de actitudes o comportamientos. Tenemos que ser justos en este proceso de formación lo cual requerirá que algunas ocasiones orientemos a un seminarista a encontrar la voluntad de Dios para su vida en otra opción de vida.

Si predicamos un Dios sin misericordia estamos desfigurando su rostro; si no damos testimonios de esa misericordia, estaremos enseñando el mensaje equivocado. Y, como he dicho frecuentemente en los pasados meses: Puerto Rico necesita mucho de la misericordia de Dios que es obrada a través de la Iglesia por mano, por ojos, por boca de sus ministros ordenados, religiosas, religiosos, seminaristas y por el pueblo santo de Dios.

Aquí en Puerto Rico no nos debe resultar difícil llevar a cabo el proyecto misericordioso de Dios, porque somos en sí un pueblo rico en misericordia. Solo necesitamos agentes de pastoral que lideren estos gestos de misericordia tan necesarios en Puerto Rico.

Necesitamos gestos de misericordia espiritual como la confesión, como los gestos de perdón y los gestos de compasión. También, necesitamos gestos de misericordia corporal como son la ayuda, la caridad, el proveer alimentos, vestimentas, ayuda al necesitado. La mejor vestimenta que le luce a un seminarista, a religioso, religiosas, a un sacerdote u obispo es el traje de la caridad y la misericordia. Ese es el verdadero hábito, sotana o cuello clerical que distingue al monje, al sacerdote o religioso o religiosa como dice el refrán.

San Pablo le daba a los colosenses este consejo sobre la verdadera vestimenta de los escogidos de Dios: “Revestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de tolerancia” , (Co. 3, 12). Revestirse es quitarnos los vestidos y ponernos otros. Sí, el seminario es lugar para quitarnos los vestidos inadecuados y revestirnos de Cristo. Revestirnos desde el corazón.

Queridos seminaristas, queridos formadores del seminario, queridos directores del seminario y querido rector y Vicario de Vocaciones, que al iniciar un nuevo año y un nuevo semestre este seminario, aunque no es escuela de costura, sea un lugar donde con oración, con estudios, con disciplina, con dirección espiritual, con ejemplos, con experiencia pastoral, podamos revestir a nuestros seminaristas, como lo aconseja san Pablo: con entrañas de misericordia, hacerlos sacerdotes que destilen la bondad de Dios en su vida, hacerlos mansos, no ante el pecado ni las injusticias, sino ante Dios, hacerlos ministros humildes a imitación de Cristo que fue humilde desde su nacimiento y sobretodo, tolerantes, que significa, tolerarlo todo en nombre de Cristo, soportarlo todo por Cristo sin aprobarlo todo.

Agradezco de todo corazón el apoyo que ustedes los padres y demás familiares y amistades ofrecen a sus hijos, nuestros seminaristas. Ellos necesitan de su amor y acompañamiento. También ustedes necesitan de su amor y acompañamiento.

De todo corazón les deseo a todos y todas un feliz Año Nuevo 2016. Un año, bienaventurado en la Misericordia y que será feliz si nos revestimos de Dios porque como dice el Papa: “Con Cristo nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium, 1) Que el Señor les bendiga y les proteja siempre. Amén.

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