(Mensaje durante actos de graduación de ISTEPA el 29 de mayo)

Reciban un cordial saludo de paz y bien.

Decía una religiosa, poetisa y escritora, sor Juana Inés de la Cruz,  (religiosa nacida en tiempos de la colonización de España en México): “Yo no estudio para saber más, sino para ignorar menos”.

Me parece que esta frase encierra un gran mensaje en el contexto educativo católico. Yo estudio, yo me he formado, yo he dado un paso al frente para ignorar menos.

Aquella tan famosa parábola de Jesús que tanto se suele mencionar, la del Buen samaritano, va dirigida en ese mismo contexto: ignorar menos. A aquel ser humano caído, todos, excepto uno, lo ignoraban.  Como también el rico Epulón ignoraba al Lázaro llagoso y hambriento.

Jesucristo, el maestro, el formador por excelencia, sin lugar a dudas instruyó con el mejor currículo del mundo: el Evangelio.  Un Evangelio que siempre es buena nueva porque nos ayuda a ignorar menos,  y por el contrario, nos lleva a darnos, a abrirnos, a sensibilizarnos, a solidarizarnos, a abrazar la misión, a amar, no tan solo a uno mismo, sino a Dios, al prójimo y al enemigo.

Hoy aquí estaremos entregando 437 certificados en 14 áreas o categorías distintas.  ¡Qué bendición para nuestra Arquidiócesis y para Puerto Rico! ¡Les felicito! Son 14 áreas en las que se han formado y recibirán unas certificaciones, no para hacer dinero, sino para ser santos y santas y crecer en el camino de la perfección según el plan de de Dios.

Decía el Papa Francisco en un tuit: “Los santos no son superhombres, ni nacieron perfectos. Cuando conocieron el amor de Dios, le siguieron, al servicio de los demás”. Conocer a Dios, servir a los demás: ¿Acaso ese no es el fin de una genuina formación católica? No la una, ni la otra, sino las dos acciones: conocer a Dios y servir a los demás.

Eso mismo sucede en la vida arquidiocesana. No necesitamos súper héroes o súper heroínas, como lo veíamos recientemente en la actividad internacional celebraba  en el Comic Con, donde personas se vestían de sus súper héroes favoritos. La heroicidad evangélica no consiste en la fuerza física, ni en las habilidades físicas, ni en el protagonismo, ni en las vestiduras llamativas, sino en cuanto amamos, en cuanto servimos. Esa fue a heroicidad de Jesús, de María, de los apóstoles que no daban oro ni plata, sino a Jesús muerto y resucitado. Esa heroicidad es la que necesitamos en las familias, centros de trabajos, en los hospitales, cárceles, escuelas, redes sociales, etc.

De igual manera, confiamos que estas certificaciones aquí hoy recibidas, les sirvan para hacerles hombres y mujeres perfectos. No me refiero a la perfección humana: primero, porque no existe, segundo, porque no ayuda, ya que es una perfección de personas sin faltas, sin fallas, sin errores. A esas personas no vino Cristo, ni tampoco nos envía a ellos o a ellas.

La perfección a la que se nos invita es a la evangélica. Decía  el Papa Francisco, ser perfectos consiste en ser misericordiosos. Sin misericordia no hay perfección. Sin misericordia, vivimos una fe totalmente eclipsada del amor de Dios.

La perfección a la que nos invita Jesús como pueblo cristiano, como Iglesia, como fieles es a la que nos lleva a misericordiar, a perdonar, a servir, a ser instrumentos de su paz y de su amor.

Pensemos por un breve lapso en el contexto actual en que vive Puerto Rico: Huelgas, paros, incertidumbre, cierres, recortes, desempleo, éxodo, violencia, quiebra, austeridad, deuda, impuestos, UPR, etc.

A ese Puerto Rico es que el Señor nos envía y la Iglesia nos prepara para esa misión. Y nos envía con dos atributos en mente: la santidad evangélica y la perfección cristiana. Nos envía con el mensaje de unidad, de paz, de justicia, de no violencia, de servicio, de solidaridad.

Queridos graduandos y graduandas: se suele decir con gran acierto, la vida no cuenta los pasos que has dado, sino las huellas que has dejado. Vivir la fe no consiste en avanzar por avanzar y caminar por caminar u orar por orar. Sino, en vivir de la manera en que podamos dejar huellas cristianas, huellas evangélicas, huellas del amor de Dios, huellas que marquen el corazón humano con la ternura y la misericordia del Padre.

Hoy yo les felicito por este día. A una semana de Pentecostés, actos como estos nos ayudan a encender el fuego del Espíritu Santo que nos hace arder el corazón por amor a Cristo, a su Iglesia, a su pueblo, a la humanidad y a la patria.

Conviertan estos certificados en obras de amor y caridad. Puerto Rico los necesita a ustedes, con sus conocimientos, con su formación, con su amor. Los necesita a todos y a todas: decanos, formadores, formadoras, profesores, profesoras. La humanidad los necesita.

Que Nstra. Sra. de la Divina Providencia, “patrona principal de toda la nación puertorriqueña,” interceda amorosamente por sus intenciones.

Que el Señor les bendiga y les guarde siempre.

(Mons. Roberto O. González Nieves, OFM | Arzobispo Metropolitano de San Juan )

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