Oficina de Prensa de la Arquidiócesis de San Juan
El Arzobispo de San Juan, Roberto Octavio González Nieves, dio inicio hoy a las misas de aguinaldo en la Catedral de San Juan con una celebración eucarística a las 5:30 de la mañana. Las misas de aguinaldo es una novena que se celebra a nueve días de la Navidad.
Para el Arzobispo, “cada Navidad que celebramos es un tiempo de gracia y alegría para recibir y acoger a Aquél quien vino, quien viene y ha de venir”.
En su homilía el Arzobispo acentuó que “…estas navidades tienen sabor a la Misericordia de Dios, pues la Iglesia, al convocar un Año Santo de la Misericordia, quiere hacernos partícipes de la Misericordia Divina y de la humana, de las obras de misericordia espirituales y corporales. En la Navidad, veamos a Jesús como la Misericordia Encarnada. Ese Niño que nació y que nace en cada Navidad es signo dulce, tierno y alegre de la Misericordia de Dios. Una Misericordia que se nos ofrece a todos y a todas; una Misericordia que no juzga pero perdona, que en vez de discriminar, incluye; que es todo amor, justicia y paz. Una misericordia que venda al herido, que sana, alimenta, ayuda, protege. Es una Misericordia a la que no solamente estamos llamados a recibir de Dios, sino a practicarla con los demás, pues Jesús mismo nos dice: “sed misericordiosos como el Padre”.
González Nieves exhortó a los fieles que, en el contexto del Año de la Misericordia, a que obsequiemos Misericordia a los demás: “En esta Navidad, entre la lista de regalos, obsequiemos Misericordia. Seamos nosotros mismos un regalo de misericordia para los demás. ¡Que en esta Navidad nadie les quite la verdadera alegría, la alegría de Dios, la alegría de su misericordia, el regalo de su amor infinito! ¡Borinquen necesita este regalo! ¡Y el mundo lo necesita!
Texto completo de la homilía
MISA DE AGUINALDO 17 DICIEMBRE DE 2015
POR ROBERTO OCTAVIO GONZÁLEZ NIEVES, O.F.M.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE SAN JUAN DE PUERTO RICO
CATEDRAL METROPOLITANA DE SAN JUAN DE PUERTO RICO
JUEVES 17 DE DICIEMBRE DE 2015
Queridos madrugadores y madrugadoras.
Hace tres semanas, estaban de moda, los madrugadores y madrugadoras para las ventas especiales del vienes negro, donde personas iban, entre otras cosas, a comprar los regalos para la Navidad. A partir de hoy, con las novenas de navidad, también están de moda los madrugadores y madrugadoras que vienen a las misas de aguinaldo, para obtener el mejor regalo de Navidad, un regalo divino, un regalo que puede cambiar la vida para siempre y hacerla feliz, fecunda, plena, libre y santa.
En aquella madrugada, el regalo era un artículo de consumo, es algo que está venta, algo material. En estas madrugadas, el regalo esencial no está en venta y está al alcance de todos y todas ya que Dios envía a su Hijo para la salvación de la humanidad. Jesús es regalo de Dios para la humanidad.
Ese Niño cuyo nacimiento vamos a celebrar una vez más, no nació de la nada, ni es un accidente en este mundo, ni fue un gesto que se le ocurrió a Dios de buenas a primera. Ese Niño es el cumplimiento de una promesa de Dios, es parte del plan de salvación de Dios. Es una promesa cumplida al llegar la plenitud de los tiempos como dijo san Pablo.
La venida del Mesías la vemos anunciada en la primera lectura de hoy cuando un moribundo Jacob les dice a sus hijos: “No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos”. Hoy nosotros, hemos madrugado, estamos contando los días “hasta que venga aquel a quien está reservado el cetro”. La Navidad por lo tanto es el cumplimiento de las palabras de Jacob, Aquél que vino en Navidad, ha de venir nuevamente. Aquél, a quien celebraremos su primera venida en pocos días, nos invita a prepararnos, a estar despiertos, vigilantes para su segunda venida. Cada Navidad que celebramos es un tiempo de gracia y alegría para recibir y acoger a Aquél quien vino, quien viene y ha de venir.
En el evangelio de hoy, San Mateo nos identifica a los antecesores de Jesús para indicarnos que, en efecto, es descendiente de Abraham, de Jacob y de David. De ahí que, algunas veces, a Jesús se le llamaba Hijo de David. Esta lista de los antepasados de Jesús suman 40 personas. Cuarenta personas quienes son algo más que un número; son personas con historia propia, con sus altas y sus bajas. Entre ellos hay reyes, guerreros, poetas, pastores, un carpintero, hombres, mujeres, santos, pecadores, personas con pasados ilustres y con pasados oscuros, y al final de la genealogía, aparece San José, un hombre justo, hombre que es en cierto sentido la puerta que cierra el antiguo Testamento y abre la historia del Nuevo Testamento.
Por las acciones de estos antepasados de Jesús nos damos cuenta que Dios no descarta a nadie: ni a buenos ni malos. En Dios todos tenemos cabida. Los estudiosos de la genealogía de Jesús resaltan que hubo 19 reyes entre sus antepasados. Fueron reyes de este mundo, reyes cuyos reinados tuvieron fin. Jesús, por el contrario, es Rey de un reino que no es de este mundo, de un reino sin fin. Jesús es Rey de un reino cuyo poder no son las armas que matan sino el amor que da vida; es Rey de un reino sin privilegios porque es un reino para todos, santos y pecadores, ricos y pobres, blancos y negros, hombres y mujeres, ancianos y niños, profesionales y obreros. En este reino la nobleza no son los más poderosos, sino los más humildes, los pobres de espíritus, los faltos de justicia y misericordia, los últimos, los olvidados, los marginados y excluidos, los hambrientos y desnudos, y los que han fallado a la sociedad y necesitan de conversión.
Al comenzar esta novena con las misas de aguinaldo la invitación incesante es a prepararnos para el Señor que viene en cada Navidad y ha de venir. Dios nos invita en todo momento a su Reino, y nos quiere salvar, no por nuestros méritos, sino por su Misericordia. Y, estas navidades tienen sabor a la Misericordia de Dios, pues la Iglesia, al convocar un Año Santo de la Misericordia, quiere hacernos partícipes de la Misericordia Divina y de la humana, de las obras de misericordia espirituales y corporales.
En la Navidad, veamos a Jesús como la Misericordia Encarnada. Ese Niño que nació y que nace en cada Navidad es signo dulce, tierno y alegre de la Misericordia de Dios. Una Misericordia que se nos ofrece a todos y a todas; una Misericordia que no juzga pero perdona, que en vez de discriminar, incluye; que es todo amor, justicia y paz. Una misericordia que venda al herido, que sana, alimenta, ayuda, protege. Es una Misericordia a la que no solamente estamos llamados a recibir de Dios, sino a practicarla con los demás, pues Jesús mismo nos dice: “sed misericordiosos como el Padre” (Lc. 6 )
En esta Navidad, entre la lista de regalos, obsequiemos Misericordia. Seamos nosotros mismos un regalo de misericordia para los demás. ¡Que en esta Navidad nadie les quite la verdadera alegría, la alegría de Dios, la alegría de su misericordia, el regalo de su amor infinito! ¡Borinquen necesita este regalo! ¡Y el mundo lo necesita!