Mons. Roberto O. Gonzalez Nieves, OFM,
Arzobispo Metropolitano de San Juan
La Santa Misa es un culto de acción de gracias a Dios, es la liturgia por excelencia. Este colegio quería celebrar su 55 aniversario de fundación. ¡Qué mejor manera de celebrarlo, con una Santa Eucaristía!, para dar gracias a Dios por esta obra de fe, de misión educativa, juvenil, catequética por 55 años consecutivos.
Al comenzar, quiero dar gracias al Hno. Juan Bosco, al director del colegio y demás miembros de la comunidad de los Hermanos de La Salle por su gentil invitación. Agradezco la presencia del Superior Provincial que ha venido desde México. Deseo agradecerles por su gestión, por sus esfuerzos evangelizadores. Nuestra Arquidiócesis se siente orgullosa, alegre y bendecida de contar con la presencia del carisma de su comunidad religiosa y tenerle como comunidad de fe y educativa.
También damos gracias a Dios por el compromiso, testimonio y colaboración de la administración, facultad, y empleados de este Colegio, tanto los aquí presentes, como los retirados y aquellos que ya partieron a la Casa del Padre. Todos y todas son parte de esta merecida celebración.
¿Dónde están los lasallistas? ¿Los ex alumnos? ¿Los actuales alumnos? Ustedes siempre han estado aquí. Aquí despiden su niñez, aquí dan la bienvenida a su juventud. Aquí están sus recuerdos. Aquí aprendieron a conocer mejor a Dios, a hacerse amigos y amigas de Jesús. Aunque físicamente uno deja de ser alumno, espiritualmente siempre serán alumnos y alumnas. Les felicito por haber estudiado en una institución como esta: de alta excelencia académica, de alto compromiso cristiano.
De hecho, cualquiera pudiera decir que San Pablo escribió la segunda lectura (Tim 3, 14-4, 2) para esta ocasión. En la primera este apóstol de los gentiles nos dice: “Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la Sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación”. La invitación del Apóstol de los Gentiles es a permanecer en lo que has aprendido en la Sagrada Escritura porque conduce a la sabiduría que nos da la salvación.
¿Algo les recuerda esta frase: “Indivisa manent” (lo unido, permanece). No solo es la frase que aparece impresa en la invitación a esta celebración, es también una frase en el escudo de la familia paterna lasallista del mundo entero, es la frase característica de la misión y carisma lasallista. Es una frase que debe estar grabada en los lasallistas del mundo entero (hermanos, facultad, empleados, padres, madres, estudiantes, ex alumnos. ¿Qué significa esto? Que a pesar de las divisiones, problemas, retos en la vida: la unidad por encima de todo. ¿Cómo se expresa la unidad? Con la oración, con el amor, con la caridad, con la humildad, con la sencillez. Solo permaneciendo confiados en la fe que hemos aprendido aquí es que “permaneceros siempre unidos”.
La primera lectura de hoy nos brinda un excelente punto de reflexión sobre el bien que nos hace la verdadera unidad. Veamos: se nos presenta la imagen significativa de Moisés en oración con las manos levantadas al cielo, a la vez que desde una cima sigue la batalla de su pueblo contra los amalecitas. Si Moisés tenía elevadas las manos, Israel prevalecía. Si las bajaba, Amalec y su ejército, prevalecían. ¿Pero qué pasó? Los brazos a Moisés le pesaban. Por ello, sus compañeros le pusieron una piedra para que se sentara, al tiempo que Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Él permaneció en oración hasta la puesta del sol, hasta la derrota de Amalec por parte de Josué (cf. Ex 17, 11-13).
En la unidad, en la colaboración y en la solidaridad fue que Moisés y el pueblo de Dios pudieron vencer al adversario. Cuando el peso del pecado, de la necesidad, de la angustia nos quiera vencer, es que necesitamos de la mano amiga que nos levante y nos ponga en oración continua. Solo orando, solo de pies, solo con las manos levantadas hacia el Señor es que podemos vencer al adversario.
Pensemos en Puerto Rico, el Amalec que tenemos que vencer es el de la división, el del pesimismo, el Amelec de la corrupción, de políticas erradas, de endeudamientos irresponsables, de desigualdes sociales, de la pobreza, la criminalidad y la industria de las drogas que esclaviza a tantos de nuestros jóvenes y adultos. ¿Qué hacer? ¿Bajar los brazos? No, nunca, jamás. Lo que debemos hacer es levantarnos, orar, y actuar conforme al bien común, la solidaridad. Lo unido permanece, lo dividido, desaparece. La oración es la que nos sostiene: la oración del pastor es la que sostiene a la grey; la oración de los padres y madres son las que sostienen a los hijos e hijas, al matrimonio y a la familia unida. Solo con las manos levantadas en oración a los cielos es que venceremos. Recordemos siempre que el Evangelio de Jesús siempre tiende a la unidad, a la unidad de propósitos dignos, nobles y humanos. ¡Qué el evangelio sea esa roca sobre el cual descansen nuestras esperanzas!
Queridos lasallistas, por su parte, en el evangelio de hoy Jesús nos narra la parábola de una viuda que pedía justicia a un juez injusto, sordo, que ni temía a Dios. La viuda, a pesar de esto, no se cansó de pedir. Ni lo largo de la espera, ni la dejadez y la arrogancia del juez la cansaron. De hecho, ella, con su súplica, fue la que cansó al juez y éste, por tanto fastidio, por tanta insistencia de la viuda le hizo justicia. Ante la oración perseverante, ante la insistencia, si este juez que era malo, hizo justicia, que tal Dios, que es Juez Bueno y Justo, hará con nosotros cuando le suplicamos.
San Agustín le llamaba a esta viuda, la viuda atrevida. Ella se atrevió a enfrentar a un juez injusto, insensible y alejado de Dios. Decía San Agustín, que lo que aquí se trata no es de orar alargadamente, sino con perseverancia. Pienso ahora también en otros atrevidos del evangelio: Nicodemo se atrevió abrir su casa a Jesús; Zaqueo a subirse a un árbol para ver a Jesús; los leprosos del evangelio del pasado domingo a gritarle a Jesús, la viuda con el derramamiento de sangre se atrevió a tocar la túnica de Cristo; Jairo se atrevió a suplicar al Señor por la curación su hija; el atrevimiento de Pedro de caminar sobre las aguas.
Por ahí se dice que el mundo es de los listos. El evangelio nos dice que el mundo es de los atrevidos. Este colegio existe por el atrevimiento de un gran santo de la Iglesia, San Juan Bautista de La Salle que hace siglos se atrevió a dejar su comodidad, se atrevió a dejar los puestos y optó por Cristo en el rostro de los pobres y de los estudiantes pobres, sin recursos que jamás iban a poder a conocer a Cristo porque nadie los educaba en la fe.
De ese atrevimiento multi-centenario, se originó otro atrevimiento, que hizo surgir esta institución educativa hace 55 años. Un atrevimiento santo, un atrevimiento con la perseverancia y la oración de la viuda del evangelio de hoy. Decía un Santo de la Iglesia, San Efrén de Nisbi, que la oración perseverante de la viuda transforma la iniquidad y la maldad del juez en misericordia porque ella, la viuda, fue más insistente que él, que el juez. Esto es, mientras otros insistan en la maldad, en el odio, en la indiferencia, en el pecado, nosotros, como la viuda insistente, atrevida, perseverante, no nos cansemos de orar, de levantar los brazos, porque la perseverancia en Dios es más fuerte que la perseverancia en la maldad. Tratemos de darle a Dios el diezmo de nuestro tiempo ofreciéndole el diez por ciento del tiempo de cada día en conversación con él, en oración.
El lema de esta celebración: de aniversario dice: “55 Años unidos en un mismo espíritu” ¿En qué espíritu? En el Espíritu Santo el cual no ha dejado de descender sobre la Iglesia en Pentecostés. Un Espíritu de unidad, de ciencia, de fortaleza, de comunión, de amor. Un Espíritu que mediante la oración perseverante se hace presente con sus frutos y con sus dones.
Al concluir, quisiera también felicitar a la comunidad lasallistas por la canonización mañana del Beato Solomon Le Clercq. Este nuevo santo, como San Juan Bautista de la Salle, nos han demostrado que se puede crecer en la santidad mediante la educación católica, en la educación católica y por la educación católica.
¡Demos gracias a Dios por el Colegio de La Salle! ¡Demos gracias a Dios por los lasallistas!.