El matrimonio no es la cantidad de flores en la iglesia nítida y remodelada, el vestido de diseñador, la fiesta social, la orquesta, los comensales, el brindis, la mantelería fina o la suculenta cena. El vínculo matrimonial es mucho más, es la bendición de Dios sobre los esposos. Incluso cuando lo antes mencionado lo desvanece una tempestad, lo medular son: los esposos y la bendición.

Marian Enid Vélez Sánchez y Wilfredo (Willy) Gutiérrez Vélez dan fe de esta realidad. El 23 de septiembre de este año, a solo 3 días del paso del huracán María. La pareja relató su experiencia de pactar su compromiso matrimonial contra todas las tempestades producto del temporal. “Algo nos decía que nos casaríamos sin importar las circunstancias. Amigos y familiares nos decían: ¿Por qué no posponen la boda, la comida, la actividad social? Nada de eso realmente importa. Lo importante es la bendición de Dios, eso es lo que queríamos”, relataron los esposos.

La joven pareja se conoció en el 2009 en los pasillos de la Escuela superior Asunción Rodríguez de Sala en Guayanilla; en el 2011 iniciaron su noviazgo que duró 6 años. Con un compromiso sólido y formado, hace más de 1 año atrás tomaron la decisión. Sus planes eran simples, casarse y tener una casa para vivir felices y formar una familia. Como bien dicen, “todo es al tiempo de Dios”. Esto porque luego de una compra fallida iniciaron trámites nuevamente para obtener su hogar. Y nuevamente todo quedó diluido por el temporal.

La fecha de la boda la pactaron en enero de este año. “Elegí la fecha y le pregunté a Willy y lo acordamos”, dijo Marian. Como se hicieron novios un día 24, eligieron el día más cercano a ese número en septiembre. En julio de 2017 con trámites iniciados para una casa, fecha de boda y compromiso en una fiesta familiar, todo estaba viento en popa. “Siempre quise una boda sencilla, sin fiesta, algo pequeño y familiar”, recordó Wilfredo.

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“A nosotros nos enseñaron así, es lo que creemos. Nunca creímos en la convivencia, nunca fue un tema entre nosotros. Tampoco pensamos en tener casa, convivir y casarse”, sostuvieron Marian y Wilfredo. Cabe destacar que Mayra Enid Sánchez, madre de la novia, le dio catequesis de primera Comunión y Confirmación al novio; hasta el padrino de confirmación de este es Fernando Luis Vélez, papá de la novia.

Pasó el huracán Irma y el sentir fue “faltan dos semanas”. Aunque la esperanza no se perdía, con María todo fue diferente. Ante la interrogante de si en algún momento consideraron la posibilidad de cancelar la boda, volvió la actitud inamovible de un contundente NO; juntos tomaron esa decisión conscientes de lo que significaba. Además, luego del temporal no había posible fecha en que el País fuera a “normalizarse”. La pareja optó mantenerse firme en su anhelo del sagrado Sacramento y arriesgarse a perder todo lo demás que poco a poco se desvanecía. El local se inundó, el lugar de alquiler de etiqueta cerró, incluso el río en Guayanilla se desbordó y llegó a la iglesia.

Fueron a la iglesia en proceso de limpieza para ver si se podían casar. El Diácono les dijo: “Conmigo no hay problema, así sea en la sala los casaremos”. La boda estaba pautada para las 3:30 de la tarde. Con el toque de queda atrasaron la Eucaristía para las 4:00 p. m. y el equipo parroquial sugirió atrasar la boda media hora.

Llegó la tarde del sábado y sin encontrarse se confesaron. Aconteció justo lo que el novio anhelaba una boda sencilla, con sus familiares y amigos más cercanos, real, sin bullicios ni distracciones por excepción de los abanicos de mano, una celebración digna durante la misa y sobre todo centrada en lo esencial: el Sacramento. Con la iglesia acabada de limpiar por los estragos, la ceremonia comenzó. El maquillaje de la novia fue muy sencillo, vistió un traje blanco comprado para el recién Bautismo de su único sobrino. No hubo flores por excepción del ramo de la novia confeccionado con el amor de una florista que hizo malabares con lo que le quedaba de su local cerrado por el río. Los padres del novio, Idalys Vélez y Wilfredo Gutiérrez, plancharon la ropa del novio a la antigua, con una plancha utilizando la estufa de gas.

Llegaron unos 30 a 35 invitados y una veintena de fieles del pueblo para la primera misa y primera boda celebrada después del huracán María. No hubo etiqueta; solo consentimiento, compromiso y amor. Confiesan los novios que fue una tormenta de “nervios y risas”. Todo fue místico con un templo a media luz iluminado por velas y vitrales. Llegó la bendición; fue emocionante para la pareja y todos los allí presentes ese llegar a la meta anhelada. Luego de las celebración los esposos unidos fueron al Santísimo a ofrendar el ramo de flores en gratitud por las bendiciones recibidas.

Luego de la boda, iniciaron nuevas adversidades: la crisis de la gasolina, los hoteles devastados, su luna de miel alterada por el aeropuerto inoperante y otras más. Para estos dos valientes jóvenes las circunstancias incómodas son solo pruebas para demostrar que sí se puede llegar a la meta “con la ayuda y al tiempo de Dios”.

“Son muchas anécdotas para contar a los hijos y nietos. A pesar de todo, aquí estamos. Cuando se quiere se puede. No hay excusas para no tener la bendición de Dios”, concluyó la pareja.

(Fotos: Instagram/luis_360photo )

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