La palabra de Dios no duerme, inquieta el corazón del hombre y la mujer, hasta germinar y dar fruto. Nuestro Obispo Rubén González Medina, escuchó el llamado del Señor y se dispuso a regar la semilla y sembrar esperanza. Su mensaje caló profundo en nuestra Ciudad Criolla. Él no escondió el tesoro, lo puso a producir. Introdujo la palabra de Dios, en cada gesto, canción, símbolo, en los que demostró su entrega, compromiso y misión. Su legado es un llamado a la transformación de mente, cuerpo y espíritu.

La ternura de María arropó a nuestro pueblo cagueño a través de nuestro Pastor y guía, quien reconoció a María como Reina de la paz y colaboradora de Dios. Nuestro Obispo Rubén hizo silencio en el momento oportuno, y no calló y denunció las injusticias. Pronunció las palabras más sencillas y profundas que nos llevaron a sentarnos a la orilla del mar, para escuchar los lamentos de nuestro pueblo y reaccionar de pie, hasta remar mar adentro y recibir el alimento místico que nos lleva a la concordia y al trabajo arduo. Trabajo que no marca distancia, sino que nos une y nos libera el espíritu. Él mantuvo la lámpara encendida con el suficiente aceite para alumbrar la necesidad del que sufre y llevarle luz y esperanza al que está triste. En él aflora la alegría de la salvación.

Durante 15 años el espíritu de Dios le guió para dirigir la Diócesis de Caguas. Ayudó e instruyó a los suyos. Consagrados y consagradas, distintos ministerios y pastorales, catequesis, jóvenes y grupos apostólicos. Todos compartiendo una misma mesa, en la escucha de la palabra que nos llevó a la acción. Todos como ovejas del rebaño escuchamos su voz. A unos se les hizo largo y estrecho el camino, otros siguieron paso a paso las huellas del discipulado y a través de los años se han visto los frutos. Realmente nos convertimos en Cristos vivos, atendiendo las necesidades de nuestra comunidad parroquial y de nuestra diócesis. Unidad. “Que todos sean uno”. Ese es el llamado que Dios nos hace a todos: servir y vivir la unidad, acogernos, es nuestra misión. Nos corresponde iniciar y continuar, sin concluir, porque el caminar de la fe es permanente y continuo.

Hoy la Ciudad Criolla agradece a Dios el haberlo puesto en nuestro camino. Recordando siempre sus sabios consejos inspirados por el Señor: “Con los ojos siempre fijos en Jesús”. Fijos, para no caer y, aunque aparezcan obstáculos, levantarnos y continuar. Hoy seguiremos siendo testigos de Jesús para tener vida y vida en abundancia. Hoy remaremos juntos mar adentro, sin temor, con la certeza de que Jesús va con nosotros y nosotras como el Gran Pastor. Hoy somos invitados a hacer el trabajo y hacerlo bien hecho, con verdadero amor, sacrificio y entrega. Nunca olvidaremos su carisma, su voz potente. Esa voz que se convirtió en alegría y bálsamo para el que sufre, aceptando la voluntad de Dios. Esa voz de esperanza ante las dificultades, esa voz de paz para recrearnos en la hermosura de la naturaleza y ser agradecidos y disfrutar de los hermosos colores de nuestra bandera puertorriqueña.

Nuestro pueblo necesita de hombres y mujeres capaces que se esfuercen. Hombres y mujeres valientes, testigos del amor de Dios. Obispo Rubén González Medina, en un abrazo fraterno, nos unimos a su labor apostólica. Que Dios vaya con usted y continúe sembrando la buena semilla a donde Dios le envíe y sea recibido con los brazos abiertos. Este es su pueblo de Caguas. Con amor en Cristo y María, de parte de esta catequista y directora del Ministerio Querubí, laica comprometida en la “Parroquia San Pablo Apóstol”, autora de la canción “Cristo Misionero”, fiel testigo del gran amor de Dios, desde el pueblo de Caguas, “Centro y corazón de Puerto Rico”. Adelante en su nueva misión.

(Olga L. Aldea Delgado)

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