Hoy, 2 de febrero la Iglesia en todo el mundo celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que fue instituida en 1997 por San Juan Pablo II. Esta tiene tres objetivos: Agradecer el don de la vida consagrada en la Iglesia, promover la valoración y el conocimiento de esta, ante el pueblo de Dios y que los consagrados puedan celebrar y agradecer juntos el don recibido.

Con esto como punto de referencia, El Visitante conversó con dos religiosas, una de las Hermanas del Buen Pastor, primera congregación puertorriqueña, y la otra de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús.

Para la Hna. Nancy Negrón Ortiz, HMBP, superiora general de las Hermanas del Buen Pastor y presidenta de la Conferencia de Religiosos de Puerto Rico (COR), y quien en agosto cumplirá 25 años de consagración religiosa, precisó que mirando atrás solo puede tener una expresión de gratitud a Dios. “Me siento privilegiada que Dios haya tenido esa delicadeza de llamarme a formar parte de esta congregación que tenemos como carisma el vivir la comunión, teniendo a la Santísima Trinidad como fuente y a Jesús Buen Pastor como modelo”, mencionó.

Indicó, que mediante la consagración experimentan el amor incondicional de Dios y eso lo descubren como un tesoro de incalculable valor y ese amor hace que ellas puedan amar a los demás de la misma manera.

“Dios potencia lo mejor de mí y acoge con compasión y misericordia lo que son las fragilidades y debilidades. El fruto de eso es la alegría y la felicidad porque eso es lo que le da sentido profundo a la vida. Jamás imaginé que cuando dije sí, hace 25 años, él me iba a regalar tantas experiencias que me han llevado a madurar como ser humano, como persona y religiosa”, señaló la también tercera vicepresidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR).

Reconoció que, si de algo esta convencida es que el versículo de la Biblia que dice que, si dejas casa, padre y madre… […] Dios te dará 100 veces más, “eso es verdad, porque en la vida comunitaria, la familia de mi hermana yo la siento mía”. Del mismo modo, reiteró que la persona que se deja encontrar por Cristo, es feliz. “En ese encuentro intimo y personal que tenemos con Él, ahí radica el sentido de nuestra vida y nuestra mayor felicidad. De ahí surge el deseo de que otros puedan tener la misma experiencia. Por eso realizamos una labor misionera”, destacó.

Hermana Socorro Juliá

Para la carismática Hermana Socorro Juliá, R.S.C.J., ser religiosa no fue un sueño de niña, sino una respuesta al llamado de Dios, con el que estuvo luchando. “Estoy bien segura que no fue mi imaginación lo que sentí cuando estaba en el cine con un muchacho que me gustaba, y sentí dentro de mí algo que me ‘dijo eso no es lo tuyo’”, rememoró la otrora decana de la Universidad del Sagrado Corazón.

Recordó que siempre que iba al sagrario pedía por la conversión de su papá. “Arrodillada frente al Él pidiendo por papi. Sentí dentro de mí algo que me decía: ‘Cuando me des lo que te estoy pidiendo, te voy a dar lo que me estás pidiendo’. No era mi imaginación. El Señor me seguía llamando y yo no quería hacerle caso. Al final, me rendí. Yo no tomé la decisión, solo le dije sí al Señor.

Cuando regresé a Puerto Rico después de haber entrado al convento, mi papá estaba en la misa y comulgando”, confirmó la religiosa que lleva más de siete décadas de su sí.
Continuó diciendo que: “La vida consagrada es una llamada de Dios. Para mí, sin llamamiento no hay vocación, no hay vida religiosa. ¿Cómo explicas que puedes dejarlo todo por alguien?, solo por Jesucristo. Él es el amor de mi vida y él me ama. Yo le digo te amo, porque me amas como soy: Pobre, pequeña y pecadora”.

Aseguró que la vida consagrada es una relación personal con el Señor que la llamó y al cual le pertenece de la cabeza a los pies. Al preguntársele si es feliz, de inmediato respondió: “Yo soy y he sido feliz porque a mi nadie me dijo que entrara a la vida consagrada. Yo solo seguí a un Señor que me enamora cada día más”.

Enfatizó que las religiosas no tienen las ataduras de un esposo y unos hijos por lo que entiende que “lo que nos queda, es darnos a los demás. Si no, que sentido tiene”. Por último, reconoció: “Estoy clara que el Señor se botó conmigo. Esa es la verdad, yo no tengo mérito”.■

Camille Rodríguez Báez
Twitter: @CamilleRodz_EV
c.rodriguez@elvisitantepr.com

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